Por Verónica Rodríguez Orellana / Ernesto de Antonio Hernández
Todos hemos escuchado alguna vez ese viejo y ominoso aforismo de “Piensa mal y acertarás”, que podemos considerar como una especie de principio fundacional o un pilar sustentador del pesimismo más intuitivo y primario.
Pensar mal supone un ejercicio gratuito de autodefensa, una pérdida de energías perfectamente soslayable, un -utilizando otro refrán recurrente- ponerse la venda antes de que surja la herida.
Los usuarios del aforismo referido suelen ser individuos con comportamientos y reacciones guiados por la desconfianza, además de por una actitud cautelosa y preventiva. Se muestran vigilantes, observadores, en continua alerta, escasamente expresivos salvo cuando destilan hostilidad; frecuentemente sarcásticos y a menudo obstinados.
De carácter pugnaz y combativo, cada conversación e intercambio de pareceres les supone una batalla en la que no se permite la derrota o tan siquiera el repliegue, por lo que suelen despertar cierta animadversión en el interlocutor, que se defenderá también con cierta agresividad, sirviendo ello de coartada al desconfiado para reforzar ese bucle aprensivo de autosuficiencia y desafección.
Cabe reseñar que la desconfianza en una justa medida, como procedimiento expeditivo e inmediato de autoprotección, no debe considerarse como un factor negativo por antonomasia, pues permite preservarnos de peligros concretos y habituales.
Sin embargo, no es lo mismo que una persona recele de manera puntual y ocasional ante una situación en la cual se ponen en funcionamiento sus indicadores instintivos del peligro que, de forma cotidiana, llegue a suponer que hasta los más allegados traman y conspiran en su contra.
Como en todo, existen grados permisibles en la prevención y el recelo, pero cuando un individuo llega al extremo de su “Piensa mal y acertarás” incluyendo en su aplicación a su entorno más cercano: pareja, hijos, familiares próximos o amigos, acaba logrando que su convivencia diaria sea un infierno insuperable en medio de reproches, protestas y velada animosidad.
Tras el dique contentivo y defensivo del refrán, se esconde una persona con una necesidad acuciante de controlar su entorno vital y unos elevados niveles de inseguridad y desconfianza, además de comportar una baja autoestima y una gran dificultad para integrarse en un grupo afectivo de referencia.
En las sesiones de coaching se trabaja muy a menudo con este tipo de problemática. Existe una infinidad de útiles herramientas en salud emocional, tanto para descubrir esas creencias limitantes que nos hacen sufrir como para ponerles coto.
La forma en que interpretamos la realidad de los acontecimientos y circunstancias que nos rodean va a influir sustancialmente en nuestra forma de obrar y de reaccionar.
Nadie nos aseguró que viniéramos a un mundo justo y armónico, hay aspectos en el mismo que nos impelen a la autodefensa y al hermetismo, mas si desarrollamos la capacidad de gestionar adecuadamente un conflicto, un momento de incertidumbre o una desilusión dispondremos del instrumento que nos conducirá a dejar de pensar mal asidua y continuamente.
Ana fue seleccionada para una entrevista de trabajo, al principio estaba muy ilusionada y comenzó a preparársela revisando los datos de la empresa. Dado que tiene mucho respeto y siente veneración por su padre, comentó con él esta posibilidad laboral.
Al enterarse, su progenitor lo primero que hizo fue advertirle que en realidad esas empresas tan grandes ven al empleado como un número más y que, por lo general, la adjudicación de algunos puestos estaba ya amañada. “Tu hazme caso, piensa mal y acertarás”. Ana comentó en su sesión de coaching lo insegura que estaba frente a una posibilidad que le atraía mucho, pero que creía que su padre podía tener razón y ya no conseguía entusiasmarse pues le tenía terror al rechazo. Finalmente, Ana decidió no acudir a la entrevista aduciendo “para qué voy a ir si seguro que pierdo el tiempo y el puesto ya está reservado para otro”. Nunca llegaría a saber qué hubiera pasado de haber asistido.
Pablo fue convocado por su ex pareja para reunirse y resolver ciertas cuestiones económicas pendientes entre ambos. Al enterarse de esto, su mejor amigo le comentó “ya verás cómo empieza a desempolvar viejos temas que no tienen nada que ver con el motivo de la cita y otra vez volveréis a discutir”. Hazme caso con ella, piensa mal y acertarás”. Pablo postergó por enésima vez la reunión y el asunto, como no podría ser de otra forma, sigue aplazado.
“Ciertas personas tienen una tendencia natural a pensar mal y ese sentimiento surge espontáneamente”
Los ejemplos muestran palmariamente que ciertas personas tienen una tendencia natural a pensar mal y ese sentimiento surge tan espontáneamente en sus vidas como las emociones que sostienen dichas creencias: el rencor, el miedo e incluso la envida van generando en ellos y en su entorno niveles innecesarios de estrés y ansiedad.
Si te encuentras dentro de este grupo de individuos y crees que estás destinado a que todo lo malo te termine ocurriendo a ti es importante que puedas aprender a hacer algo diferente con este tipo de pensamientos
Algunos consejos para poner en práctica
* Trabaja en tu autoestima y refuerza el concepto que tienes de ti mismo.
* Las experiencias que en el pasado te han ocurrido no siempre son determinantes para tu futuro. Por el contrario, puedes y debes darte una nueva oportunidad.
* Trabaja en detectar tus pensamientos negativos y cotejarlos con tu realidad.
* Somos lo que pensamos, por eso es tan importante crear tus propios filtros e identificar adecuadamente cada situación.
* Huye de las generalizaciones y acepta el reto de vivir tu propia experiencia
* Cambia tu perspectiva: muchas veces las cosas no son lo que parecen. Nos obsesionamos con pensar que son de una determinada manera y asumimos nuestro parecer como una verdad incuestionable. Hay que buscar nuevos planteamientos y enfoques.
* Infórmate: analiza lo que creas ver de los demás y, si es negativo, ponlo “en cuarentena”. Espera a tener más datos, piensa en si estás generalizando e intenta analizar tu criterio desde otros puntos de vista. Recuerda que el camino más corto y más fácil para saber es preguntar.
* Por último, recuerda que cuando piensas mal de los demás estos se suelen poner a la defensiva, lo que hace más difícil comunicarse y provoca que las relaciones empeoren en todos los sentidos.
Fuente: https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/9473086/10/18/Lo-que-se-esconde-detras-del-refran-Piensa-mal-y-acertaras.html