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El conocimiento es acción

por Javier Martínez Aldanondo

La única fuente de conocimiento es la experiencia” (Albert Einstein). 

Estos días proliferan las listas con los aprendizajes del pandémico año 2020 ¿Será tan sencillo como enumerarlos para asumir que hemos aprendido? Una cosa es saber algo, otra es saber cómo se hace algo, otra muy distinta es saber hacerlo y, por último, la clave de todo consiste en hacerlo. Hace 2 meses usé el ejemplo de adelgazar para señalar que no sirve de mucho saber lo que hay que hacer para bajar de peso si no lo haces… Si sabemos ¿por qué no hacemos? Porque el hacer te desafía, te pone en peligro ya que siempre tienes la posibilidad de equivocarte. Mientras saber es seguro, hacer es arriesgado y por eso nos refugiamos en la seguridad de lo que conocemos. Esperar a tener toda la teoría es descabellado. Para aprender hay que experimentar.

¿Por qué Europa está viviendo una segunda ola (y temiendo una tercera)? ¿Por qué no sabemos o porque no aplicamos lo que sabemos? En agosto parecía que se ganaba la batalla a la pandemia… Aprender exige recordar, si olvidamos lo que sabíamos, entonces no aprendimos. Todavía hay cosas que desconocemos y esa falta de conocimiento nos ha tenido de rodillas durante todo el año. Pero hemos generado mucho conocimiento y la vacuna del covid es el mejor ejemplo.

La vacuna es el resultado de un intenso proceso de aprendizaje y colaboración de científicos de todo el mundo. Cuando hemos puesto medios a su disposición, la ciencia ha producido conocimiento en tiempo récord lo que demuestra que cuando algo nos importa lo suficiente, tiene muchas probabilidades de suceder. Pero si la ciencia solo investiga y no aplica, no resuelve el problema. Claro que, para poder aplicar, antes hay que investigar. Hacer sin saber es igualmente temerario. La reflexión es un componente fundamental de la acción. Estamos comenzando la vacunación y podríamos pensar que lo peor ya quedó atrás, pero con cada paso, aparecen nuevos desafíos de aprendizaje (mutaciones del virus, campaña de vacunación, efectos secundarios, personas que se niegan a vacunarse…) para los que requeriremos generar nuevos conocimientos. No podemos dejar de aprender.

Les comparto una historia sobre conocimiento en acción. Un sábado de comienzos del 2020, mantuve una larga charla telefónica con mi amigo Sama que en ese momento ejercía de entrenador ayudante en uno de los mejores equipos de la liga rusa de baloncesto. Me contó que la noche anterior habían jugado un partido de la Euroleague (Champions de basket) en Milán que finalizó sobre las 20h. A las 23h, Sama estaba sentado en el avión de regreso a San Petersburgo revisando el video completo del partido ya que para la mañana siguiente debía entregar un informe al primer entrenador sobre el desempeño del equipo en el apartado ofensivo. En el asiento contiguo, el otro entrenador ayudante revisaba también el video del partido con el mismo fin, pero esta vez analizando el capítulo defensivo.

El sábado por la mañana, se celebró un entrenamiento con participación del todo el equipo en el que la primera actividad consistió en revisar el plan del partido. Aunque la mayoría de los aficionados creen que un partido acaba cuando el árbitro pita el final, en realidad no termina hasta que se revisa el plan que se había diseñado previamente.

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Todo partido se empieza a preparar cuando se elabora el plan con la estrategia sobre cómo se enfrentará el duelo. La revisión del plan después del partido consiste en analizar si se cumplió la estrategia prevista, qué cosas resultaron distintas de lo esperado (mejor y peor) y por qué y qué podemos aprender y corregir para el siguiente partido. A continuación, se dedicó un espacio al análisis de las estadísticas generadas a lo largo del encuentro. Hoy en día, todos los equipos profesionales cuentan con tecnología que les permite recoger multitud de datos en distintos parámetros (físicos, técnicos, individuales, grupales, ataque, defensa, etc.) lo que permite realizar sofisticados análisis del desempeño del equipo y de cada jugador en todos los aspectos del juego.

Después de realizar dicho ejercicio, se celebraron reuniones individuales con algunos jugadores para corregir determinados aspectos de su juego. Se trata de sesiones privadas para no exponer al jugador delante del grupo y que generalmente se refuerzan con videos de aquellas jugadas del partido en que el jugador intervino.

El lunes se convoca el siguiente entrenamiento en el que se prepara el plan del próximo partido de la Euroleague (previsto para el miércoles) y se hace un examen profundo de cada jugador del equipo rival donde además de los informes con que cuenta el club, se consulta a cada jugador ya que en muchos casos se trata de rivales con los que o bien se han enfrentado anteriormente o incluso han coincidido como compañeros en equipos previos. Al terminó de la conversación, Sama me comentaba “nosotros somos una organización de aprendizaje, nuestro negocio consiste en aprender del último partido para APLICARLO en el siguiente”.

Y en efecto, mientras los espectadores creen que un equipo lo que hace es jugar un partido, entrenar y jugar el siguiente partido, en realidad el proceso de trabajo de un equipo de basket depende de combinar una amplia y variada gama de actividades de aprendizaje: actividades individuales y grupales, actividades de análisis, de reflexión, de corrección de errores y feedback, de comunicación, de planificación, con tecnología (video, estadísticas, etc.) sin tecnología, se comparte conocimiento verbalmente o se transfiere mediante gráficos (pizarras, dibujos), antes del partido, durante y después del mismo…

Y todo ello además incluye un ingente trabajo de sistematización que se plasma en el informe de final de temporada de 600 páginas que recoge todo lo ocurrido durante el año (incluyendo hasta las declaraciones de los jugadores a la prensa…). Si quieres tener trazabilidad para mejorar, necesitas tener historia. Y para tener historia hay que darse el trabajo de recoger rigurosamente los aprendizajes.

Ahora bien ¿Cuándo podemos decir que ocurre el aprendizaje? ¿El sábado en la reunión de análisis post partido? El verdadero conocimiento se demuestra en el siguiente partido cuando podemos comprobar si se APLICA lo supuestamente aprendido, si los errores no se repiten y los aciertos sí. Es en ese momento, cuando hacemos cosas distintas que antes no hacíamos, que podemos afirmar que tenemos conocimiento. Mientras tanto, por muchas cosas que sepamos, carecemos de él. La prueba del conocimiento está en la demostración.

No me digas cómo se hace una paella o se conduce un coche, hazlo. A la hora de verificarlo, no importa evaluar el aprendizaje sino el resultado de aplicar el aprendizaje para comprobar que aprender nos ayuda a mejorar y conseguir nuestros objetivos, que son la razón por la que actuamos. Todo aquello que no puedes hacer es otra cosa distinta, seguramente valiosa, pero no es conocimiento.

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Aunque hayamos sido educados para creer lo contrario, en la vida primero va la práctica y luego la teoría. Para explicarnos el mundo, los seres humanos tratamos de conceptualizarlo dando lugar a una confusión muy extendida que asume que el conocimiento es todo aquello que sabes, que eres capaz de verbalizar o escribir. Se trata de una mirada muy restrictiva que considera el conocimiento como sinónimo de saber teórico, de acumular en la memoria contenidos, hechos, datos, conceptos, fórmulas…. En el año 2.000 el libro The Knowing Doing Gap ya explicaba esta paradoja.

El mensaje de la educación es claro: “Lo importante es saber cosas” y su obsesión consiste en medirlo. Si sabes mucho te pone una buena nota y afirma que eres listo. Si sacas malas notas, entonces te etiqueta como tonto o para suavizarlo, declara que tienes “problemas de aprendizaje”. Por eso no es extraño que tantas personas sigan convencidas de que el conocimiento solo puede ser técnico y se resisten a considerar las habilidades “blandas” como conocimientos. No aceptan que se pueden aprender… Todo cambia si manejamos un concepto más amplio de conocimiento como “la experiencia que te permite tomar decisiones y actuar y fue aprendida” Esta definición nos abre 2 posibilidades nuevas.

La primera es que el conocimiento está ligado directamente a la acción, a ser capaz de hacer cosas con lo que sabes. La segunda es que el conocimiento es siempre el resultado de un proceso de aprendizaje previo. Dado que cuando llegamos al mundo no sabíamos absolutamente nada, todo lo que hoy eres capaz de hacer, desde freír un huevo hasta andar en bici o resolver un conflicto, lo has aprendido, muy poco gracias al sistema educativo. Eso implica reconocer que todo aquello que haces, por intangible que sea (imaginar, crear, comunicar, empatizar, liderar, colaborar…) es aprendido y por tanto es conocimiento. Y como sentenció Francis Bacon, “Conocimiento es poder”.

El mensaje de la vida es muy distinto al de la educación. La vida te recuerda a diario que “lo importante es hacer”, es decir, convertir lo que sabes en acciones que te ayuden a conseguir tus objetivos. En el mundo laboral, no basta con saber cosas, a nadie le hacen un examen a fin de mes para comprobar cuanto sabe ni le pagan el sueldo en función de las respuestas correctas. En tu trabajo tienes que aplicar lo que sabes, ponerlo en práctica. Es evidente entonces que no basta con saber cosas. Pero tampoco es suficiente saber cómo se hacen, sino que tienes que hacerlas. La planificación es importante pero las acciones, la ejecución, es la clave. El desafío intelectual de saber es placentero, incluso adictivo, pero el ciclo solo se completa cuando los saberes se convierten en acciones. Como reza la Biblia, “por sus frutos los conoceréis”. La vida consiste en hacer más que en saber. Todos tenemos claro qué significa ser un buen padre o madre, pero al mismo tiempo todos sufrimos la misma incertidumbre de no saber si estamos actuando correctamente, si somos coherentes. Tus hijos no escuchan lo que dices, escuchan lo que “haces”.

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Socializar o informarse no es lo mismo que aprender. La información es un insumo importante para el conocimiento como discutimos con la fórmula de la Coca Cola. Peter Senge se refiere al conocimiento como “la capacidad para actuar de manera efectiva” y una base de datos carece de esa capacidad. En un primer momento, cada vez que lees o escuchas opiniones o experiencias de terceros accedes a información. Se trata de algo externo, de cosas que han dicho, hecho o pensado otros. Existe un segundo momento que es cuando conviertes esa información en conocimiento, en algo tuyo y eso ocurre cuando la aplicas, la pones en práctica y la incorporas (pasa a formar parte de tu cuerpo). Una receta es información que conviertes en conocimiento cuando elaboras un plato. A partir de ese momento, el conocimiento es tuyo. La distinción entre conocimiento técnico y blando es una construcción artificial. Todo lo que puedes hacer, todo lo que se aprende es conocimiento. Si creemos que la actitud o la empatía se pueden desarrollar, entonces son conocimientos.

El covid no nos preguntó si queríamos cambiar ni pidió permiso ni tampoco nos dio tiempo a prepararnos. Nos obligó a decidir y actuar. Tendremos que acostumbrarnos a vivir surfeando las olas. La buena noticia es que las capacidades que se requieren para navegar el futuro son inherentes al ser humano: Imaginación, Creatividad, Resiliencia, Flexibilidad, Reflexión, Empatía, Proactividad, Actitud. Desarrollarlas depende de todos nosotros, individual y colectivamente. Hoy, siguen fuera de un sistema educativo que solo tiene ojos para el STEM.

¿Qué aprendimos en 2020? Sería interesante comparar la respuesta con lo que habríamos respondido a esta misma pregunta en diciembre de 2019. En realidad, solo hemos aprendido lo que podemos demostrar, aquello que hemos cambiado. Haber vivido la experiencia de la pandemia nos ha exigido desarrollar conocimiento. Cuanto más caótico es el presente, más peligroso resulta improvisar el futuro. Ojalá tengamos una idea más clara sobre qué es realmente importante y a qué estamos dispuestos a renunciar porque el futuro lo estamos diseñando ahora. “Si no sabes hacia dónde vas, cualquier camino te llevará allí” (Lewis Carroll). No se sale de ninguna crisis solo hablando de nuevas ideas. Tampoco se aprende sin acción.

Autor: Javier Martínez Aldanondo
Socio Cultura de Aprendizaje de Knowledge Works
javier@kworks.cl y javier.martinez@knoco.com  www.javiermartinezaldanondo.com

Twitter: @javitomar – #culturaprendizaje

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