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¿Sabes cuáles son tus ladrones de tiempo?

Por Jose Ignacio Azkue.

Seguramente ya habrás oído hablar de los ladrones de tiempo. Es más, también es muy probable que incluso tengas identificados algunos que a ti te afectan y desearías eliminarlos, de manera que no te hagan perder, lo que muchos consideran como el bien más preciado, tu tiempo.

Pongamos en contexto la fábula de origen oriental “Alí Babá y los cuarenta ladrones perteneciente a Las mil y una noches, pues de la misma manera que esta narración es una invención literaria, a los ladrones de tiempo los podríamos catalogar de la misma naturaleza, o dicho en castizo: son un cuento chino.

El tiempo no se puede gestionar

El tiempo, tal y como explico en mi blog, no deja de ser un concepto que nos sirve para medir. Al ser constante e inmutable, desde el punto de vista de una persona normal, de a pie, y excluyo de aquí a los científicos que lo estudian, el tiempo ni se puede gestionar, ni se puede ahorrar, ni se puede desperdiciar, por tanto, tampoco nos lo pueden robar; el tiempo va a fluir siempre igual con independencia de nuestra voluntad o la de los demás.

Sin embargo, a lo largo del día es muy probable que en numerosas circunstancias tengas la sensación de que te lo están robando. Esto puede ocurrir cuando se realizan tareas que se sabe que son improductivas, con las que no se gana nada y con las que, sin embargo, se pierde la oportunidad de abordar otros cometidos más provechosos.

Y eso ocurre cuando se producen unos pequeños, o no tan pequeños, lapsos de tiempo en los que nos despistamos o nos despistan. La consecuencia es que vamos acumulando y haciendo tareas, de las que somos conscientes, que afectan gravemente a nuestra productividad.

En estas situaciones cotidianas, fácilmente reconocidas por todos, podemos detectar esos lapsos improductivos:

  • Con las interrupciones sean del tipo que sean. Incluso con la habitual frase que parece tan inocente: “¿Tienes un minuto?”.
  • La mala gestión del correo electrónico; si le prestamos atención cada vez que nos anuncia la llegada de un nuevo mensaje.
  • El teléfono es una fuente de distracciones si cada vez que suena por una llamada entrante o por una notificación de cualquier aplicación o red social nos despista y dejamos de lado la tarea que estamos haciendo para interesarnos por la novedad que nos acaba de llegar.
  • La dispersión que yo mismo soy capaz de causarme por el desorden en mi entorno de trabajo, bien sea físicamente en mi mesa o bien sea por el desorden que puedo tener en mi pantalla o en el propio ordenador.
  • Cuando por falta de capacidad para concentrarme no soy capaz de focalizarme en una tarea y voy saltando de pantalla en pantalla, de tarea en tarea, dejándolas todas sin acabar.
  • No hay que olvidar las reuniones improductivas. Esas en las que te sientes como un convidado de piedra y en las que te preguntas: “pero ¿qué hago yo aquí con la de cosas que tengo por hacer?”.
  • El cafecito de las 10 o de la hora que sea y que puede ser muy efectivo cuando te lleva su tiempo justo, pero que deja de serlo cuando se dilata sin que haya razón alguna para ello.
  • Intentar controlar todo, aunque parezca que no, es un mal bastante extendido que termina por llevar a la dispersión y hace caer en la multitarea. Hay que saber delegar en los compañeros o en los subordinados cuando es posible hacerlo, aunque para ello se tengan que romper algunos esquemas mentales.
  • Los jefes también pueden terminar causando este mismo efecto cuando los desorganizados son ellos, que también ocurre, y lo pueden hacer de muchas maneras. Seguro que identificas más de una.
  • El perfeccionismo, en cualquiera de sus modalidades, te dará las excusas perfectas que reducirán tu productividad en aras de una injustificada excelencia.
  • El “no saber decir no”, el “tratar de agradar”, el “temer enfadar a los demás” son eventualidades que te pueden hacer ceder a peticiones que te apartan de tus prioridades y reducen tu productividad.
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Reflexionemos sobre lo que nos ocurre

Podríamos estar relatando un montón de situaciones más en las que sentimos que el tiempo nos lo roban o se nos escapa de las manos y que terminan por hacernos sentir impotencia y desazón ante lo sucedido.

Si reflexionamos con serenidad sobre lo que nos ocurre, nos daremos cuenta de que, en realidad, lo que nos ha pasado es que hemos cambiado nuestra atención de foco. El tiempo lo tenemos igual, pero en vez de desaparecer delante de nuestras narices, eso sería un robo, hemos elegido, voluntariamente o no, dedicarlo a otra cosa.

Es fundamental elegir siempre bien tu próxima tarea

Cada vez que tomamos una decisión sobre la planificación de nuestro trabajo, esta decisión tiene su correspondiente impacto sobre nuestra productividad, por eso es tan importante elegir bien nuestra próxima tarea. Si desperdiciamos oportunidades para hacer cosas interesantes, porque nos hemos dejado influir por factores como los que he nombrado más arriba, no nos quejemos de que nos roban el tiempo, piensa hacia dónde han llevado tu mente y, a posteriori, reflexiona en sus consecuencias.

Esfuérzate en gestionar bien tu atención

Ahora que conoces la importancia de gestionar bien tu atención, deberías analizar por qué, en ocasiones, la pierdes sobre lo que debes de hacer y la entretienes con otras tareas. Algunos de estos robos de concentración nos pueden resultar más o menos difíciles de controlar, pero hay muchos que son fácilmente evitables y casi todos ellos dependen de nuestra voluntad para caer o no entre sus garras.

Cuando te ocurra, reconoce qué te ha pasado, por qué y cuáles han sido las consecuencias. Una vez identificado el enemigo, siempre es más fácil combatirlo.

Fuente: https://deproconsultores.com/sabes-cuales-son-tus-ladrones-de-tiempo

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