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Si persigues dos conejos, no atraparás a ninguno

Hablemos de la magia de centrarse en una única cosa. Es de lo que trata el libro que reseño hoy: The One Thing: The surprisingly simple truth behind extraordinary results, de Gary Keller y Jay Papasan, publicado en 2016. La versión en español, que apareció no hace mucho, es de la editorial Aguilar: Solo Una Cosa.

Si persigues dos conejos, no atraparás a ninguno”, dice un sabio proverbio ruso. Es la frase elegida en el prólogo de este libro. Después de las pistas lectoras que di sobre biblioterapia esencialista en mi post anterior, veamos qué tiene de interesante esta obra y cómo influyó en mi forma de organizarme para trabajar en torno a un propósito. “Solo una cosa” es lo que hice prácticamente en los últimos nueve meses de 2020: apartarlo todo y dedicarme solo a escribir mi libro. Fue una experiencia extraña, que viví no sin cierta inquietud, porque apostar todo a una única opción siempre implica riesgos y hace temer que se pierden oportunidades, pero hay que ser valientes y vale la pena.

Lo primero que puedo afirmar es que se necesita mucha disciplina para hacer una única cosa durante un tiempo prolongado. Si ya es difícil para mucha gente hacer una sola cosa cada vez, porque el multitarea lo engulle todo; cualquiera puede imaginar lo complicado que resulta mantener el foco en algo durante un período largo. Posponer las gratificaciones cuando trabajas a largo plazo es un reto que puede hasta doler. Sin embargo, en mi caso, a medida que fui notando los progresos, fui disfrutando cada vez más.

Soy de motor lento, o sea, tardo en conseguir la velocidad de crucero cuando escribo. Por eso me afectan mucho las interrupciones, porque me enfrían el motor y tengo que empezar de nuevo. De ahí que soy un dogmático al gestionar mi concentración. Si tengo que redactar un texto exigente (y un libro lo es al máximo), necesito aislarme, poner el teléfono en modo avión, y echar horas sin que nadie me moleste. Pero, además, he descubierto que hay un efecto acumulativo en esa concentración. No solo funciona en una mañana, o a lo largo del día, sino que tiene un rendimiento marginal creciente en el tiempo, porque mantener el foco en un mismo asunto durante un período largo permite: 1) atrapar todas las piezas de información que se pueden combinar para crear ideas más sofisticadas, 2) madurar argumentos cada vez con más matices, gracias a que se consigue una mayor profundidad, 3) acelerar la curva de aprendizaje en el dominio de un tema, 4) escribir con más fluidez porque las ideas van viniendo solas, unas llaman a las otras, de tanto retozar (e iterar) con ellas.

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Los matices

Ahora bien, esto de “hacer una única cosa” tiene matices. Voy a explicarlos:

Se pueden tener varias cosas importantes a las que uno asigne parte de su atención, pero tiene que haber una, y solo una, que absorba una parte desproporcionadamente grande de nuestra agenda, que supere por goleada a todas las demás. Como bien indican los autores: del equilibrio no surge la magia porque esta se produce en los extremos.

La idea de centrarse en “una única cosa” se aplica a cada área relevante de tu vida. No es que un solo objetivo lo absorba todo, porque eso sería tóxico, sino que para cada ámbito vital haya una única cosa que marque la diferencia y que por tanto merezca la máxima atención. Se recomienda elegirla para distintas áreas como, por ejemplo, la actividad profesional, la vida familiar, las relaciones sociales, la salud y forma física, etc. Esa única cosa significa elegir y documentar un propósito dominante.

– No hay que agarrar el hueso de forma obsesiva. Estar concentrado en una única cosa siempre nos lleva a un punto de saturación en el que el rendimiento empieza a decrecer, que nos invita a desconectar, y eso es lo que hay que hacer. Pero basta con hacer una parada corta para refrescar, cambiar brevemente de registro, y regresar pronto a dar pico y pala en el mismo asunto. Si se descansa lo suficiente, se vuelve rápido a mejorar la pendiente.

Aprendizajes que me llevo

Ahora me voy a centrar en el ámbito profesional, aplicando ideas del libro de Keller y Papasan a mi experiencia personal. Intentaré compartir algunos aprendizajes:

1. Lo de “no pongas todos los huevos en la misma cesta” funciona solo para ciertas cosas. Repartirlos en varias cestas (“por si acaso”) puede ser un error si quieres conseguir resultados extraordinarios en algo que te interesa mucho. Como siempre digo, tener un plan B, C y D siempre debilita la determinación que se pone en el A.

2. Puedes inspirarte en la Ley de Pareto (20/80), que ayuda a entender la importancia de fijar prioridades, pero esta teoría invita a un “Pareto extremo”, porque sube el listón a ratios de 10/90 o 5/95, es decir, es más exigente con el foco y la fuente de impacto se concentra. 

3. Cuando te acostumbras a cambiar mucho entre tareas y objetivos, se instala una inercia de búsqueda de lo nuevo, una especie de dopamina por lo nuevo. Esa “mala costumbre” es la que hay que cortocircuitar, y cuesta.

4. Comprometerse con una única cosa, si se elige bien, tiene un efecto paradójico: en vez de hacerte sentir que te quita libertad, se percibe como lo contrario: es una liberación. Todo se hace más simple, se alinean las energías, y nos ahorra el desgaste que produce la tensión de elegir. Levantarme por la mañana teniendo muy claro lo que iba a hacer, porque avanzar en mi libro era esa “única cosa”, fue un regalo fantástico. Como dicen los autores, permite mantener tu compromiso personal y profesional de una forma “brutalmente simple y clara”.

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5. Centrarse en una “única cosa” solo tiene sentido si eso produce un efecto de apalancamiento en los resultados del resto de actividades de ese ámbito que quieres mejorar. Para elegirla hay que responder a lo que los autores llaman “The Focusing Question”, y esta sería la gran pregunta: ¿cuál es esa única cosa que dedicándole el máximo de atención haría que todo lo demás sea más fácil o innecesario? Saber contestar a esta interrogante ayuda a encontrar eso que mejora todo lo demás. En mi caso, por ejemplo, llegué a la conclusión de que acabar de publicar mi libro sobre inteligencia colectiva sería un hito que tendría un impacto significativo en el resto de mis actividades profesionales, tanto en la visibilidad de mi trabajo como en la posibilidad de abrirme a una conversación más enriquecedora y en la consistencia de mi proyección como un especialista en este campo, que es algo que todavía está diluido a pesar de los esfuerzos que he hecho hasta ahora. Me di cuenta de que ese era un “punto de apalancamiento” por el que merecía dejar todo lo demás aparcado por un tiempo.     

6. Lo que elijamos, esa “única cosa”, debe satisfacer tres condiciones: 1) que te guste, que disfrutes haciéndolo, 2) que se te dé bien, 3) que tenga valor para los demás, o sea, que haya gente que muestre un genuino interés (incluso, esté dispuesta a pagar) por ello. Si es algo que va a consumir la mayoría de nuestro tiempo, como estamos diciendo, conviene que no falle en ninguna de estas tres dimensiones. En mi caso, con el libro, sentía que era así.  

Eres lo que diga tu agenda

Si una actividad o propósito genera un impacto desproporcionado, entonces hay que dedicarle también un tiempo desproporcionado. Así que una vez que elijas esa “única cosa”, tienes que dedicarle el tiempo que merece. No es una entelequia, sino que debe reflejarse en cómo asignas tu atención y organizas tu agenda. Para mí, en estos meses, sentarme a escribir todos los días fue una actividad que convertí en un ritual con unos horarios pautados, porque era mi forma de demostrar ese compromiso.  

Por eso, los autores recomiendan que esa “única cosa” se programe lo más temprano que se pueda, y que sea lo primero que se haga. Opinan que la estrategia más adecuada es el “time blocking”, o sea, blindar ese tiempo, porque es la forma de asegurarse de que se hará. Sugieren reservarse como mínimo 4 horas diarias para eso, tal cual, y enfatizan: Hasta que no hayas hecho tu única cosa, todo lo demás es distracción. Una vez que le has dedicado el tiempo que merece, entonces rellena el día con lo que quieras. Todo lo demás puede esperar.  

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En las organizaciones

Este enfoque, por cierto, es perfectamente aplicable a las empresas y organizaciones. El reto es de síntesis, y también de renuncia, porque consiste en fijar una buena estrategia que aclare prioridades. Pero cada vez que me piden ayuda para este tipo de cosas, siempre insisto en lo mismo: no basta con hacer un listado en orden decreciente de importancia y dedicar tiempo a todas las que se pueda, sino que hay que trazar una línea roja para quedarse con unas pocas, y decir que no al resto. Si repartes demasiado la atención en muchas “prioridades”, lo más posible es que no llegues a la masa crítica de energía que se necesita para alcanzar resultados significativos en algunas de ellas. A menos cosas queden dentro, más foco, más consistencia, más determinación.

Los autores afirman que las organizaciones más exitosas saben responder a esta pregunta: “¿cuál es nuestra única cosa?” porque puede haber varias importantes, pero solo una es la más importante, la que genera ese efecto de apalancamiento que viene de responder a la “The Focusing Question” que comenté antes. En definitiva, la efectividad organizativa siempre depende de tener un agudo sentido de la prioridad. Esa “única cosa” solo se visualiza profundizando en lo esencial del nexo que mantiene esa organización con su ecosistema de valor. Puro esencialismo.  

Fuente: https://www.amaliorey.com/2021/01/12/si-persigues-dos-conejos-no-atraparas-a-ninguno/

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