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Tu lado salvaje

Por Merce Roura

Cuando era guerrera algunos me miraban mal y otros me aplaudían.

Admiraban mi valentía, mi coraje de seguir adelante cuando caía y lamerme las heridas mientras seguía caminando…

Valoraban mi entereza, mi esfuerzo continuo, mi capacidad de sacrificio sin tregua… No siempre, pero a veces el mundo adoraba mi fuerza, mis ganas, mi motivación para seguir dejándome la piel para conseguir lo que deseaba…

El mundo te pide que sigas pero no sienten tu dolor ni mueren contigo cada día que aguantas lo inaguantable y te rompes un poco más para llegar a una cima que no siempre se conquista y que cuando se alcanza sabe muy amarga porque llegas destrozado y herido.

Sin embargo, seguimos ahí, dejándonos la vida en un esfuerzo que lleva a algo que a veces incluso no deseamos ni nos llena, pero es lo que creemos que debemos tener y conseguir, lo que el mundo nos aplaudirá, lo que queda bien en el curriculum.

Hablamos siempre de luchar, de pelear por la vida, como si viviéramos en una supervivencia constante en la que no podemos permitirnos descansar ni sentir, en una prisa perenne que nos obliga a tragar pedazos de vida sin saborear ni notar nada…

Nos oponemos al flujo de la vida. Al vaivén del mar que nos lleva a la orilla… También se llega a la orilla flotando, no siempre rompiendo olas ni a contraviento. También se llega a la cima dando un paseo, respirando el aire, meciéndote con las vistas y siendo un rato el paisaje…

Se llega a la meta siendo la meta, amando el camino, siendo el camino…

También se alcanza la luna con la mente, se besa con la imaginación, se abraza con el alma…

No todo es rasgar y romper, de hecho, no es nada.

La resistencia genera resistencia. La lucha genera lucha.

Cuando te opones algo, lo haces enorme, lo conviertes en importante, en necesario, en el foco de tu vida. Un cansancio gigante te acompaña siempre y te obligas a no sentirlo porque si lo sientes tendrás que atenderlo y parar y crees que si paras no tienes valor, no eres nada, no se te ve ni se te reconoce, no tienes identidad.

Y mientras, te deshilachas, te descompones, te pudres por dentro intentando no ser quién eres porque no es suficiente, porque mientras esperas ser mejor estás diciéndote a ti mismo que todavía no eres nada, nadie, que no tienes valor… Y ese mensaje incosnciente cala tanto dentro que vas sin norte, sin alma, sin sentido, sin corazón, sin amor por ti ni por nada puesto que proyectas asco, miedo y dolor.

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Mientras te dices que todavía no has batallado suficiente, que no has buscado suficiente, que no has demostrado suficiente, te insultas, te maltratas, te partes y abres en canal y siembras miedos y semillas de resentimiento contra un mundo que te pide más pero que sabes bien que en el fondo eres tú quién decide dárselo y no acepta.

Y aceptar no es quedarse a medias es abrazar lo que es y ver la belleza que hasta ahora quedaba oculta. Amar este instante imperfecto y soltar todo lo demás. Y si hace falta seguir, pero sin reproches, sin mirarse y negarse, sin esperar ser otro sino siendo tú y descubriendo todo lo que no supiste ver.

Tratándote tan bien que si no llegas, sonríes y te abrazas y, cuando das la vuelta, ves el camino recorrido sembrado de momentos maravillosos en los que no te reprochaste ni dejaste la piel y sabes que cuando apuestas por amarte siempre ganas, porque no compites, amas.

Y dejas al guerrero y te conviertes en un explorador de la vida. Dejas de planificar lo implanificable. Dejas las estrategias y respiras hondo. Sueltas a la mujer rígida y exigente y sacas a pasear a la mujer que sonríe y camina en paz y se ha reconciliado con sus instintos y deseos, con sus miedos, con su sombra. No tiene que defenderse porque no se siente atacada porque cuando el mundo le pide que se rompa para demostrar dice no y se cuenta un chiste o baila…

Y descubre que a veces se llega más lejos soltando, amando y dejándose llevar que trepando muros y dejándose las uñas… A veces, lo sencillo es lo práctico, lo fácil, lo que fluye y te invita a respirar y sentir. Y que, sin duda, el camino siempre es mucho más grato, con lo que la recompensa está asegurada.

Hay algo hermoso en ese dejarse llevar, notar tu lado más salvaje y dejar de avergonzarse de él, permitir que algunas cosas pasen porque son inevitables… Notar la paz de ser lo que realmente eres sin ponerte límites ni amarrarte a normas que no son tus normas… Porque te descubres… Porque dejas de querer controlar y ves que todo sale mejor cuando no interfieres. Cuando dejas de hostigarte para hacer más y mejor, cuando dejas de reprocharte por toda la imperfección que eres y que ves, cuando dejas de necesitar cambiarlo todo y solo vives.

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A veces para no perder la vida hay que rendirse en todas las batallas. Descubrir que en realidad, esto no es una guerra sino un camino.

A los que se dejan la piel para demostrar su valor… Demostraos un poco amor y dejad de maltrataros. Lo que buscáis realmente no está ahí afuera

Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2021/07/27/tu-lado-salvaje/

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