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El funnel de innovación, explicado con sencillez

Por Amalio Rey.

La innovación hay que verla como un proceso. Por supuesto que los resultados son importantes, pero el proceso también. Por otra parte, me gusta decir que la innovación es como la felicidad: más un camino que se recorre que un sitio al que se llega, porque nunca se deja de innovar de algún modo.

La sociedad cambia, los retos son dinámicos, se mueven, así que las respuestas también.

Los procesos de innovación tienen un orden habitual, unos pasos que conviene entender desde una visión global. La metáfora visual que resume la lógica de estos procesos tiene la apariencia de un embudo. El proceso comienza a la izquierda, por la parte más ancha, y culmina a la derecha, por el orificio más estrecho del embudo. Hay muchas formas de dibujar y describir gráficamente ese “embudo”. Una de ellas puede ser esta:

A ese “embudo” se le llama (en la jerga nuestra) “funnel de innovación, y refleja cómo al principio entra en el proceso un número amplio de ideas que después van pasando por distintos filtros que sirven para descartar las menos válidas y madurar a las mejores. En cada etapa o momento del embudo, mientras más se avanza hacia la derecha, más progresan los proyectos hasta que después de superar todos los filtros, se convierten en una innovación real con impacto.

Hay muchas denominaciones para llamar a las distintas fases del funnel, pero a mí me gustan éstas dentro de la metodología habitual que uso con empresas y organizaciones públicas cuando hago consultoría de innovación. Las describo de izquierda a derecha (de la parte más ancha a la más estrecha del “embudo” o filtro):

1) Generación de ideas:

Como indica su nombre, es la fase más creativa en la que los participantes sugieren todas las ideas que les parecen interesantes para innovar. Aunque el resultado final va a depender también de otros factores, a más cantidad de ideas entren al embudo, más probable es que se consiga calidad al final del funnel.

2) De ideas a oportunidades:

Primer filtrado de las ideas, que estaban planteadas todavía muy en genérico y en gran cantidad, para convertirlas en oportunidades (“retos”) porque según el diagnóstico realizado, responden a necesidades de innovación que tiene realmente la organización.

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3) De oportunidades a proyectos:

Por razones de recursos y de tiempo, no es posible atender a la vez a todas las “oportunidades” identificadas, así que hay que evaluarlas y jerarquizarlas, para entonces abordar un número manejable de proyectos. En esta fase nos centramos en la parte operativa de gestionar equipos para dar respuesta y avanzar en la solución del reto de innovación.

4) De proyectos a prototipos:

De los proyectos sale una primera versión de solución que hay que testar y mejorar a través de lo que a menudo llamamos “experiencias piloto”. En esta fase probamos en un entorno controlado si la solución funciona, y le introducimos sucesivas mejoras hasta ponerla a punto.

5) Implementación:

Cuando la innovación está a punto gracias a la fase anterior, el prototipo ya se ha convertido en una solución extensible a toda la organización, y a otros ámbitos que tengan un problema parecido. Es cuando la innovación se implementa en la realidad. Se replica y escala para generar un verdadero impacto en los colectivos beneficiarios bien sea a través de un proceso, servicio, producto o innovación de gestión.

Este proceso, paso a paso, puede tener fallos o “patologías” que hacen que los resultados obtenidos al final del funnel no sean todo lo buenos que deseamos. La figura que sigue, inspirada y modificada de un esquema de Xavier Marcet, te puede ayudar a visualizar los principales tipos de fallos:

Visto el funnel desde una perspectiva más transversal, podríamos decir que en la gestión de los procesos de innovación (tanto públicos como privados) tenemos tres grandes retos, que tienen una naturaleza bastante diferente. Son tres fases en las que podríamos dividir el embudo que venimos describiendo:

Reto de atención:

El primer reto es de captación de la atención, o sea, de conseguir la participación del mayor número de personas posibles. Aquí buscamos “cantidad”, para conseguir un porcentaje alto de notoriedad y participación dentro del colectivo beneficiario.

Reto de engagement:

El segundo reto consiste en convertir cantidad en “calidad”. Aquí buscamos que la atención se traduzca en implicación.

Reto de conversion:

El tercer reto es pasar de una participación de calidad a la ejecución de proyectos con impacto. Es el momento de hincar los codos y demostrar capacidad de acción. Aquí vemos qué % de las oportunidades identificadas se han convertido en proyectos con resultados reales.

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Estas tres fases necesitan un enfoque estructurado. Cada una exige competencias y estrategias distintas que hay que sistematizar en la organización. En todo caso, lo que es importante entender es que cualquier estrategia de gestión de la innovación debe dar respuesta de forma integral y ordenada, a cada una de las 5 fases en las que he dividido el Funnel, porque cada una tiene sus necesidades específicas.

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