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Cultura ágil

Ágil, agilismo, metodologías ágiles. Sea como sea que se lo denomine, suena una y otra vez. En el imaginario popular, se lo vincula a lo rápido, lo veloz, lo exprés. Pero realmente ¡¿qué es lo “ágil”?!

Lo ágil tiene que ver con un “mindset, un espíritu, una actitud. Y, es ahí donde reside su poder. No crea que es solo un método o una técnica. Y mucho menos una receta mágica. Si lo hace se decepcionará fácilmente… y poco habrá comprendido.

Cuenta la historia que en el año 2001, 17 críticos de los modelos de mejora de desarrollo de software -17 “techies” para el resto de los mortales – se juntaron en Utah y crearon el “Manifesto for Agile Software Development”. Este dice así:

“Estamos descubriendo formas mejores de desarrollar software tanto por nuestra propia experiencia como ayudando a terceros. A través de este trabajo hemos aprendido a valorar:

  • Individuos e interacciones sobre procesos y herramientas.
  • Software funcionando sobre documentación exhaustiva.
  • Colaboración con el cliente sobre negociación contractual.
  • Respuesta ante el cambio sobre seguir un plan.

Esto es, aunque valoramos los elementos de la derecha, valoramos más los de la izquierda”.

Desde entonces, el agilismo ha ido ganando cada vez más espacio en el mundo de los sistemas pero… ¡¿y fuera de él?! ¡¿Qué sucede cuando cualquier project manager lee este manifiesto?! ¡¿Qué le sucede a usted, querido lector?! Con una mano en el corazón, ¡¿se siente reflejado por los valores de la derecha o los de la izquierda?!

Probablemente, a usted le pase como a nosotros y se haya criado en una cultura corporativa bastante afín a los valores de la derecha donde…

  • Los procesos mandan y las personas son solo “tornillos” intercambiables (manteniendo así el sueño de una era industrial que resiste al cambio de los tiempos).
  • La frase “el papel todo lo aguanta” se repite una y otra vez, mientras la impresora se queda sin tóner y escupe hojas y hojas que recogen cantidades ingentes de información pero de escaso valor para nuestro cliente.  
  • El contrato es una pieza clave que simboliza la desconfianza de unos y otros. Horas y horas de trabajo para predecir lo impredecible y garantizar que nadie se pille los dedos.   
  • El cumplimiento de los planes, gantts y otra serie de “predicciones” es casi más importante que el proyecto en sí. Lo inesperado y el cambio molestan.
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Ahora que lo lee, esto le suena familiar. Sin embargo, ¡¿cuántas veces se ha detenido a reflexionar sobre los valores?! ¡¿Muchas, pocas o ninguna?! La mayoría de las personas no se detiene a reflexionar sobre esto sino que asume que el mundo de la gestión de proyectos solo puede ser tal como lo conocemos. Y, ¡¿adónde nos está llevando esto?!

En muchos casos, nos lleva a un paisaje desolador: personas desmotivadas y poco felices que forman equipos poco productivos que dan vida a organizaciones incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos. Suena a un “lose-lose”, todos pierden. Y, a pesar de ello, seguimos varados en este “paradigma”…

¡¿Qué sucedería si le diéramos lugar a los valores ágiles?! ¡¿Cambiaría este panorama para las personas, los equipos, las organizaciones?!  Creemos que esos 4 valores, tan simples y sencillos, no son (o no deberían ser) solo una revolución para el mundo del desarrollo de software sino que podrían ser (o deberían ser) una revolución para el mundo del management y las organizaciones. Y, sin duda alguna, para las personas.

Por eso, va aquí nuestra reversión…

  • Propósito compartido.
  • Individuos e interacciones.
  • Co-laboración+co-nfianza con «el otro».
  • Entregable de valor para «el otro». Cliente-céntrico.
  • Respuesta ante el cambio. Decisiones just-in-time.
  • Fracaso orientado al aprendizaje.

Propósito compartido. Estamos juntos porque tenemos un sueño compartido que funciona como brújula: nos une y da fuerza. Hace que no perdamos el norte incluso en las más grandes tempestades. Nos motiva.

Individuos e interacciones. El equipo está formado por personas cuyo potencial se multiplica al encontrarse con los otros y entablar nuevas conversaciones. Ellos buscan y encuentran la mejor forma para dar con los resultados deseados.

Colaboración con el cliente. El cliente forma parte del equipo. Los mejores productos / servicios tienen lugar cuando colaboramos con el cliente. Creamos una relación más allá de la transacción y paso a paso. Nos movemos en un terreno de confianza mutua.

Entregable de valor. Creamos algo que mostrar, que compartir, que validar pronto. Achicamos la ansiedad del otro con una entrega “temprana” y obtenemos feedback para revisar, ajustar y mejorar nuestros pasos. No hay nada más triste que una tarea que no contenta a nadie.

Respuesta ante el cambio. Abrazamos el cambio como lo “normal” (y no lo raro). Soltamos el control y aceptamos lo incierto. Descubrimos lo nuevo y lo incorporamos con alegría. Abandonamos el miedo a lo desconocido.

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Fracaso orientado al aprendizaje. Creamos sistemas para experimentar, asumiendo el riesgo y corriendo nuestros propios límites en la búsqueda de una “mayor recompensa”. Así mejoramos e innovamos.Aceptamos el fracaso como una posibilidad, siempre y cuando se traduzca en aprendizaje organizacional.

¿Cuál es el resultado de estos valores?

El resultado es el “agilismo”: “the ability to create and respond to change in order to succeed in an uncertain and turbulent environment”, Agile Alliance. Y se traduce tanto en personas como en organizaciones que:

  • Tienen un propósito claro y compartido: están motivadas y orientadas “al otro”.
  • Aprenden: escuchan, prueban, fracasan… y empiezan otra vez.
  • Son líquidas: se adaptan fácilmente al entorno cambiante.

El agilismo da como resultado personal hiper-motivado+ productivo, clientes enamorados… “un mundo feliz”. Pero, querido aventurero, ¡¿realmente será posible? Y tú… ¡¿estás dispuesto a adentrarte en este mar de cambio?! Si tu respuesta es afirmativa, ten paciencia. En el próximo post empezaremos con el gran reto de descubrir cómo hacerlo. ¡No te lo pierdas!

Fuente: http://melinajajamovich.com/blog/2017/01/09/cultura-agil/

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