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Micromanager… ¿Yo?

Por Rosa Nelly Trevinyo

Los Dueños NO Renuncian a sus Empresas… Renuncian a sus Socios.

En época de crisis, el micromanagement en la empresa familiar es el pan de todos los días, Y es que, hay que estar enterado de todo; controlar y alinear esfuerzos. “¿Cómo vamos a remontar, si no?” Aunque ciertamente el micromanagement es deseable en épocas difíciles, hay que tener cuidado. Acostumbrarse a este estilo de liderazgo e implementarlo de forma permanente puede perjudicar, más que ayudar, al negocio y a la relación societaria. A lo largo de esta pandemia… ¿Se ha convertido Usted en un micromanager?

Los micromanagers son personas talentosas, detallistas y perfeccionistas que saben hacer muy bien su trabajo—son expertos en su área—, pero que centran su atención en supervisar y controlar todo (qué hace la gente, cuándo, dónde están, con quién, etc.). Es ese tipo de jefe o soci@ que pide informes continuamente sobre el estado de los proyectos, al que le encanta la “juntitis”—según dice “para dar feedback“—y que desea ir copiado en todos y cada uno de los correos que se envían—incluso en el que se autoriza la compra de papel sanitario. En pocas palabras, a este líder le gusta tomar todas las decisiones.

Y, aunque esto puede funcionar en ciertos sectores y tamaño de empresa (especialmente en las pequeñas), lo malo es que, en el afán de controlar los detalles o de “recordar” a la gente lo que debe hacer, el micromanager no es consciente de lo mucho que limita la productividad del equipo (frustración, desmotivación), del ambiente laboral (policiaco) que genera y de cuánto obstaculiza el crecimiento profesional de sus colaboradores (que pueden ser sus hijos) o incluso, de sus propios socios (hermanos, primos, etc.). Y es que, al final, la gente se acostumbra,… a que anden detrás de ellos, a rendir lo mínimo indispensable, a no dar el extra. “Mi hermano lo va a revisar; él siempre lo corrige”.

Así que, si Usted se ha convertido en este último año en un micromanager, ¡cuidado! Está echando a perder a sus familiares, socios y/o colaboradores. Lograr que sean productivos después (una vez que se acostumbraron a la zona de confort) costará sangre, sudor y lágrimas—además de conflicto. Y es que, cuando no se permite al otro tomar la responsabilidad de su trabajo, se le vuelve dependiente. ¿Cómo esperamos que nuestros colaboradores o (potenciales) socios se desarrollen, sean críticos y autónomos, si no les damos espacio y les exigimos lo suficiente?about:blank

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Por otro lado, el micromanagement puede llevarnos a alcanzar niveles de desgaste emocional irreversibles—especialmente cuando el colaborador o socio es competente. ¿Qué sucede en estos casos? Batallas continuas a título profesional que tarde o temprano, se llevan al ámbito personal. El hartazgo, la frustración, la crispación y la falta de confianza son magníficos catalizadores de la hostilidad, la desmotivación, la indiferencia y el “vale-abuelismo” (falta de compromiso).

Y es que, al sustituir la acción de liderar por la de administrar, se crean cuellos de botella. Y no es novedad que los cuellos de botella son peligrosos. Así que ¡ojo! Al final, la gente no renuncia a las empresas; renuncia a sus jefes… o socios. Por eso, ¡el balance es clave!

Sin embargo, hay que reconocer que, en algunos casos puntuales, el micromanagement es la mejor opción. ¿Cuándo? Cuando los colaboradores o los mismos socios no dan el ancho (no están motivamos; no trabajan). Como diría un buen agricultor: “A veces, resulta mejor, arrear la mula que cargar la carga”. Obviamente, esto indica que no se cuenta con el talento adecuado. La pregunta entonces sería: ¿Por qué no los cambiamos? La respuesta,… Depende.

Fuente: https://www.elfinanciero.com.mx/monterrey/rosa-nelly-trevinyo-micromanager-yo/

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