Por Yanina Mazzia
La capacidad para llevar adelante una idea y la experiencia juegan un rol tan importante como el respaldo económico y la proactividad
Un emprendedor puede nacer o hacerse y, bajo las circunstancias adecuadas, cualquiera puede construir un negocio ya que solo precisa de un deseo imperioso de impulsar una idea. En 1911, el economista austríaco Joseph A. Schumpeter fue el primero en asociar los conceptos de emprendimiento e innovación al desarrollo económico. En su libro Capitalismo, socialismo y democracia de 1942, afirmó que el emprendedor es un visionario capaz de ver más allá de lo común y poner esa visión en práctica es lo que lo diferencia del soñador.
Ochenta años después la sentencia de Schumpeter sigue en vigencia. Basta con ver las estadísticas del World Economic Forum. El 60% de los participantes de talleres de emprendedurismo no inician su proyecto, mientras que otro 30% lo intenta y abandona por carecer de cualidades y habilidades.
“Existen casos donde alguien emprende no solo para ganar dinero. Buscan simplemente desarrollar una pasión”, reconoció Federico Saravia, director general de Emprendedores del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Muy posiblemente, a ese grupo pertenece el 5% de los asistentes a esos cursos que plasma su idea.
“Emprender es para todos, pero no para cualquiera. Todos podemos serlo siempre que contemos con la oportunidad, la convicción, el conocimiento y hasta el sacrificio”, señaló Matías Mazza, director académico de la Usina de Emprendedores (espacio creado por la Universidad Caece y la Cámara Argentina de Comercio)
“Analizar los costos fijos de mi vida cotidiana me ayudó a dar el primer paso. Descubrí que había muchos gastos (teléfono fijo que nadie usaba, el diario que nadie leía, una suscripción que nadie usaba, etc) que podía suprimir. A veces, uno cree precisar un montón de dinero para vivir. Y sólo por eso no emprende y continúan en un puesto en relación de dependencia que no le satisface”, aseguró Claudia Ferrara, cofundadora de Programa tus hábitos.
Siempre, construir una empresa es un desafío riesgoso. Un mismo proyecto puede ser un éxito o un fracaso de acuerdo a quien la implemente. “Siempre es fundamental ‘arrancar’. No hay que quedarse con ‘la idea’. Es muy típico que una persona registre la marca y el logo, pero no la pone en práctica. Se gasta mucho tiempo resguardándola y no se la ejecuta. Esto es como poner un cartel a un local y no abrirlo nunca”, puntualizó Mazza.
La creatividad es una de las cualidades más destacadas de los emprendedores. “Siempre me caractericé por querer cambiar las cosas. Al menos, tratar de hacerlas distintas. Algunas veces no encontraba espacio en mi empleo. Otras veces, me sentía limitado. En consecuencia fui ‘rumbeando’ hacia emprender”, comentó Maximiliano Sobotowicz, fundador de Retail Manía Group.
En general, los emprendedores odian la introspección y más aún el planificar. Prefieren partir de la premisa “solo hazlo”, que en ciertos casos puede funcionar, pero que pierde efectividad con el tiempo.
Otra particularidad de los innovadores es ser proactivo, lo que les permite anticiparse y prevenir dificultades. “La pandemia nos sacó a todos de nuestra zona de confort. Fue una buena oportunidad de reinventarnos en un contexto más incierto donde es difícil planificar porque existen variables que no manejamos. En el mundo emprendedor, situaciones como estas pasan todo el tiempo. Se adquiere entonces capacidades para reaccionar ante la falta de certeza”, indicó el director del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
A esa adaptabilidad, se le suma un alto nivel de persistencia y paciencia para generar el cambio. “Cuando emprendés, te convertís en un psicólogo o sociólogo del mercado; en especial, en un país tan cambiante como la Argentina. Desarrollas un sexto sentido para detectar oportunidades y aprovecharlas”, explica Sobotowicz.
Una gran medida para mejorar un proyecto es sociabilizar con los pares. “Contactarse con un emprendedor exitoso permite aprender de sus experiencias buenas y malas. Contar además a otros nuestro plan de negocio nos ayuda a mejorarlo y a ganar coraje para impulsarlo”, afirmó Saravia.
El autoconocimiento también es clave. Descubrir las propias limitaciones puede facilitar el proceso de desarrollo de un nuevo proyecto, porque fortalece al emprendedor y a su vez le ayuda a delegar.
Muchas veces las cosas no salen como se proyectan y se debe asumir el fracaso. “Hoy me doy cuenta que esos planes fallidos eran parte de mi camino de aprendizaje. De esas frustraciones siempre saqué algo positivo. Por eso creo que uno se va haciendo emprendedor”, consideró el ejecutivo de Retail Manía Group.
Algunas veces, se confunde al emprendedor con un empresario. El objetivo del ejecutivo es mantener saludable la compañía. Para lograrlo debe ganar dinero y mantener los costos en orden. Lógicamente, esas preocupaciones son compartidas por el emprendedor. Sin embargo, este debe enfocarse principalmente en concretar la visión que tiene sobre la empresa. Alcanzarlo requiere no solo capacidad de innovación sino también guiar al personal y comprometerlos lo mejor posible con su objetivo.
En los últimos tiempos, se relacionó al emprendedurismo con lo digital, de la mano del boom de las startups a nivel local y mundial. Pero la lista de tipos de emprendedores es más larga. Incluso, se ubica en este rubro a algunos profesionales independientes. Estas son algunos de los menos conocidos que cobran cada vez más impulso.
*Emprendedor social: El propósito de su compañía es más bien social. Puede ofrecer un producto o servicio renovador, o concientizar a la población sobre una cuestión.
*Cooperativas: Albergan muchos profesionales y técnicos que trabajan asociados.
*Franquicias “No todos los emprendedores quieren convertirse en unicornios. Algunos desean un negocio. Las franquicias les permiten cumplir ese deseo siendo parte de una cadena”, reseñó Federico Saravia.
El emprendedor debe asumir la aventura de ganar o perder. “Por experiencia propia, podría decir que las multinacionales perdieron el espíritu de crear. Muchos de su gente buscan innovar dentro de ellas. Ante ese escenario se frustran, pero aceptan la situación y se quedan. Otros se van”, recordó Sobotowicz quien es también asesor y capacitador de Marketing y Ventas en la fundación Inicia.
Las buenas ideas surgen en cualquier momento de la existencia de una persona, sin embargo, una investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), muestra que la experiencia de vida ayuda a convertirla en un éxito.
“Existen dos edades que son un punto de inflexión. La primera es a los 25, cuando se termina la universidad. Se comienza el trabajo real con el interrogante: ¿esto es lo que quiero para mí? La otra, los 50 con la posibilidad del retiro”, ilustra la cofundadora de Programa tus Hábitos.
Al aproximarse a la segunda mitad de su vida, Ferrara comenzó a pensar cómo sería. Se presentó a sí misma dos alternativas: jubilarse en la multinacional donde trabajaba o iniciar un proyecto propio. “Entonces, vi a los 50 como la edad de las oportunidades, de gestar posibilidades y emprender”, agregó
Para los investigadores Sloan Pierre Azoulay y Daniel Kim del MIT, 45 años es la edad promedio de los emprendedores que concretan su ideal. Esto surgió de un estudio a lo largo de Estados Unidos.
“Si tuviera dos ideas idénticas, no conociera nada sobre sus impulsores y solo sabría que uno es un joven y el otro de mediana edad apostaría que el último alcanzaría sus objetivos”, finalizó Azoulay.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/cultura-empresaria-mitos-y-verdades-del-mundo-emprendedor-nid15012022/