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Le das poder a las cosas en que pones tu atención

por Francisco Alcaide Hernández
 
Somos nuestra atención. Somos lo que somos por nuestros pensamientos dominantes. Somos conciencia creadora. La realidad no existe, la realidad la estamos creando a cada instante con nuestra actitud mental. De manera consciente o inconsciente siempre estamos atrayendo aquello que somos conscientes de ser.
 
La Física clásica –la física newtoniana– contemplaba la realidad como si fuera algo externo y objetivo, buscándole una explicación mecanicista y determinista. Para la Física Cuántica, por el contrario, la ve como un continuo del que nuestra conciencia no está separada. Dicho de otra manera, en el momento en que te pones a observar esa realidad la estás modificando. Es cambiar de paradigma: de ver para creer a creer para ver. Por eso la física cuántica se la conoce como la física de las infinitas posibilidades.

En el documental Ilusión y Realidad se explica que todo en este mundo, y también las personas, somos átomos, y los átomos son espacios vacíos, es decir, tensión energética. Un vacío moldeable a través de la intención. La conciencia da forma a la realidad. La conclusión es evidente: el Universo no es una maquinaria en la que la realidad esté predefinida sino que nuestra conciencia creadora es responsable de esta realidad, lo que implica y me lleva a actuar sin victimizarme ni culpar a nadie, a construir mi realidad desde la autorresponsabilidad.

No es casual que el fallecido Wayne W. Dyer, uno de los personajes incluido en Aprendiendo de los mejores(Alienta, 9ª edición) dijese: «Cuando cambiamos nuestra forma de mirar las cosas, las cosas que miramos cambian». Curioso, ¿verdad? Como escribíamos en el post El lenguaje del universo: «La gente no es consciente de su potencial porque piensan que la realidad (mundo exterior) es algo producto de las circunstancias sobre lo que no pueden influir. Las cosas no ocurren, hacemos que ocurran, ya sea a un nivel consciente o inconsciente». En otras palabras, la vida no te sucede, te responde.

Mucha gente repite como un loro esa frase de William Ernest Henley que dice ‘yo soy el dueño de mi destino, el capitán de mi alma’. Más allá de su carácter poético, esa frase no es metafórica sino real como la vida misma, porque somos dueños de nuestros pensamientos. Podemos controlar nuestros pensamientos, podemos controlar nuestra mente. Napoleon Hill escribe en Piense y hágase rico refiriéndose a Henley:

«Nos debería haber dicho que el éter en el que flota esta pequeña Tierra, en el que nos movemos y tenemos nuestro organismo, es una forma de energía que se vibra a una velocidad incocebiblemente alta; que está compuesto por un tipo de poder universal que se adapta a la naturaleza de los pensamientos que fluyen en nuestra mente y nos influye, de manera natural, para convertir nuestros pensamientos en su equivalente físico. Si el poeta nos hubiera contado esta gran verdad, sabríamos por qué somos dueños de nuestro destino y los capitanes de nuestra alma».

Y añade:

«Nos debería haber dicho con gran énfasis que este poder no intenta discriminar entre pensamientos destructivos y constructivos, y que nos instará a transformar en realidad física los pensamientos relacionados con la pobreza, con la misma velocidad con que influirá para actuar con los pensamientos relacionados con la riqueza. Nos debería haber dicho también que nuestros cerebros se magnetizan con los pensamientos que dominan nuestra mente y que, por medios con los que no estamos familiarizados, estos imanes atraen hacia nosotros las fuerzas, las personas y las circunstancias de la vida que están en armonía con la naturaleza de nuestros pensamientos dominantes».

La cuestión no es eliminar las limitaciones sino centrar tu atención en las soluciones, y las soluciones acabarán apareciendo y las limitaciones disolviéndose. No luches tampoco contra tus pensamientos negativos, sino simplemente gira tu atención [lo que no quieres] y pon la atención en lo positivo [lo que quieres].

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Eso que algunos llaman sincronicidad o suerte o casualidades, no son tales. La sincronicidad no es otra cosa que una colaboración del Universo. La sincronicidad existe y todos la hemos experimentado alguna vez. Son momentos en los que parece que todo fluye. En los momentos precisos aparecen las personas, circunstancias y fuerzas precisas para nuestros intereses y así materializar nuestros sueños.

Como decía el actor Will Smith en una entrevista: «Hay un poder increíble en el universo cuando tomas una decisión con la que te comprometes. No somos un efecto sino la causa de las cosas que nos suceden. Haz una elección. Decide quién serás. Simplemente decide».

Existe algo más grande que nosotros mismos de lo que formamos parte, y ese algo no es otra cosa que una inteligencia superior (poder supremo) que ordena el Universo y con quien estamos en permanente comunicación a través de nuestra actitud (atención / intención) mental. Thomas Troward escribe en La ciencia mental:

«Existe una correspondencia entre nuestra propia actitud mental (subconsciente) y las fuerzas invisibles de la naturaleza. Nuestro pensamiento de cualquier cosa forma un prototipo espiritual de ella, constituyendo así un núcleo o centro de atracción de todas las condiciones necesarias para su eventual externalización por una ley de crecimiento inherente al propio prototipo».

Y añade:

«La ley es siempre la misma: nuestros pensamientos forman un prototipo espiritual que, si se deja intacto (no cambiamos a cada instante), se reproducirá en las circunstancias externas. Pero según el tipo de prototipo que formamos, atraeremos lo negativo con la misma ley que atraemos lo positivo».

En definitiva, y como se recoge en Tu futuro es HOY (Alienta, 2ª edición): «Te conviertes en lo que piensas la mayor parte del tiempo. Lo importante no es lo que quieres, sino en lo que pones atención. Allí donde va tu atención, va tu vida». Con otras palabras:

En lo que te concentras, se expande.

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