Por Pablo Loyola
El momento de hacer un paso al costado es complejo. No tiene una única causa, sino que son varias cuestiones que influyen al mismo tiempo. Si bien es una etapa vital que todos sabemos que llegará, en ese momento algo nos impide verlo. ¿Cómo hacer para que un fundador o fundadora viva la transición de la empresa familiar a las nuevas generaciones como algo natural y placentero? ¿Hay alguna fórmula mágica para lograrlo? Si, la misma fórmula de siempre: comunicación, paciencia, respeto, planificación y empatía.
Una pregunta habitual es hasta cuándo es conveniente que una persona esté al frente de las operaciones de una empresa. Suponiendo que esa persona tiene las habilidades para llevarla adelante en ese particular momento de la historia, la otra variable a considerar es la edad. En general, yo recomiendo que la dirección de las operaciones de la empresa esté en manos de una persona de no más de 65 años. Al cumplir esta edad, podría seguir colaborando en los ámbitos de decisión estratégicos de la empresa. Al llegar a los 75 sugiero que se jubile de las actividades en la empresa.
Poner un límite siempre es un problema, pero es una forma de poner un corte elegante. ¿Cómo se hace cuando éstos no están delimitados para que se produzca el cambio de mando? ¿Cuándo sería el momento de empezar a trabajar la transición que, por otro lado, no lleva menos de 5 años?
Lo voy a comparar con otra cuestión común de ver, así quizás resulta más simple de entender la importancia de poner una edad límite. ¿Hasta qué edad es seguro que alguien maneje? La legislación va poniendo condiciones cada vez más estrictas a medida que se avanza en edad, hasta llegar un momento que directamente lo prohíbe. Sin embargo, es común escuchar a una persona de XX edad que dice “no entiendo porqué debo renovar el carnet a cada rato, si yo todavía manejo bien”. Aunque él no quiera aceptarlo, sus reflejos y vista son cada vez lentos y menores, lo que va incrementando el riesgo de manejar para esa persona y para terceros.
La empresa no es un auto. ¡Es peor! En el sentido que las variables son muchísimas y el ritmo del mercado suele ser cada vez más frenético. Es por ello que se debe contar con una persona de rápidos reflejos, mente “fresca” y capacitada para ese particular momento socio-cultural.
Les cuento dos casos de familias con las que tuve que trabajar.
Dos casos en las antípodas. Ambos los mismos miedos, pero una actitud diametralmente opuesta.
Ojalá que todos puedan hacer la experiencia de vivir esta transición como un momento de gozo y alegría, tanto para la familia como para la empresa.
Fuente: http://novarum.com.ar/el-cambio-de-agenda-del-fundador/