Por Merce Roura
Es increíble a veces cuánto duele dejar ir de tu vida lo que te hace daño…
Porque amamos eso que duele…
Porque nos aferramos a la forma de ver la vida que nos llevó precisamente a amar lo que duele…
Porque queremos que las cosas sean como deseamos y creemos que deberían ser. Y no, no son… Porque si nosotros somos tozudos, la vida lo es más y lleva las riendas en todo aquello que no depende de nuestra voluntad (que a veces creo que es la inmensa mayoría de situaciones).
Soltar duele porque supone generar un vacío que no sabemos si podremos llenar. Y si al llenarse será de algo para nosotros tan valioso como lo que dejamos ir.
Porque lo que necesitamos dejar atrás es hermoso aunque nos haga daño. Porque parece perfecto en nuestros pensamientos… Porque en nuestras fantasías era mágico y perfecto, aunque no lo es en la realidad.
Soltar no es cerrarse a posibilidades, es abrirse a muchas más. Es permitir que la vida te muestre otros caminos… Es crear ese vacío necesario para que algo nuevo venga a nosotros.
Es descubrir si aquello que sujetamos fuerte y nos asusta «liberar» es real o pura fantasía. Si la tiene que estar en nuestra vida o no.
Si es solo fantasía sin nada de verdad no regresa porque el vacío generado en nuestra vida es mayor que su volumen real. Si es real, vuelve transformado porque tú te has transformado soltando.
Eso sí que es perfecto.
Soltar duele… Es un tirón desgarrador que te desgaja por dentro, pero no soltar te rompe cada día y te horada hasta dejar un vacío gigante en ti… Un abismo cien veces mayor que cualquier cosa que debas soltar y no puedas.
Nos resistimos a soltar lo que amamos lo que duele hasta no encontrar algo que podamos amar igual… Algo que ocupe su lugar. Lo que pasa es que no entendemos que la lección de vida que trae dejar ir no es descubrir si vuelve o no vuelve o qué es lo que vendrá a ocupar ese vacío… La lección es el vacío. La nada inmensa y cómo navegarla. La soledad rotunda ante la nada.
No es el miedo a soltar, es el miedo a la nada. No es abandonar el dolor es sufrir el abandono y el rechazo lo que nos asusta realmente. El dolor de sentirse solo completamente. El dolor de quedarse suspendido en el aire, en el abismo absoluto, y arriesgarse a estar ahí sin fecha de caducidad. Sin saber cuándo va a terminar ese período de tiempo sin estar sujeto ni agarrarse a nada aunque sea una fantasía.
La vida te pide que saltes y notes esa nada descomunal. Ese miedo. Esa sensación de ingravidez, de soledad, de no pertenecer, de caer sin saber si hay red y suelo firme. De no encajar, de ser rechazado, de ser abandonado y quedarse perdido en tierra de nadie.
Soltar es volver a empezar siempre porque cualquier final es un nuevo comienzo.
La vida te invita a soltar para vivirlo y descubrir el gran secreto.
Solo hay algo que lo llena para siempre y sin fisuras… Tu amor propio.
Y ese amor no duele jamás. De hecho, todo el dolor que has sentido hasta ahora es su ausencia.
La vida te interpela a quedarte contigo para que no te quede más remedio que reconocerte y, en consecuencia, como no puede ser de otra forma… Amarte y perdonarte de una vez por todas.
¿Perdornarte por qué?
Por haberte perdido y olvidado de ti y haberte conformado con sucedáneos de amor.
Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2024/09/03/dejar-ir/