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El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar.

El valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser merecedores de confianza.

La falta de puntualidad habla por sí misma. De ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro tiempo, de planeación en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto?

Muchas veces la impuntualidad nace del desinterés que despierta en nosotros una actividad. Por ejemplo, para algunos es preferible hacer una larga sobremesa y retrasar la llegada a la oficina. El resultado de vivir de acuerdo a nuestros gustos, es la pérdida de formalidad en nuestro actuar, y poco a poco se reafirma el vicio de llegar tarde.

En este mismo sentido, podríamos añadir la importancia que tiene para nosotros un evento. Si tenemos una entrevista para solicitar empleo, la reunión para cerrar un negocio o la cita con el director del centro de estudios, hacemos hasta lo imposible para estar a tiempo; pero si es el amigo de siempre, la reunión donde estarán personas que no frecuentamos y conocemos poco, o la persona ?según nosotros? representa poca importancia, hacemos lo posible por no estar a tiempo, ¿qué más da…?

Para ser puntual, primeramente debemos ser conscientes de que toda persona, evento, reunión, actividad o cita, tiene un grado particular de importancia. Nuestra palabra debería ser el sinónimo de garantía para contar con nuestra presencia en el momento preciso y necesario.

Un aspecto importante de la puntualidad, es concentrarse en la actividad que estamos realizando, procurando mantener nuestra atención para no divagar y aprovechar mejor el tiempo.

Lo más grave de todo esto es encontrar a personas que sienten “distinguirse” por su impuntualidad. Llegar tarde es una forma de llamar la atención. ¿Falta de seguridad y de carácter? Por otra parte, algunos lo han dicho: “si quieren, que me esperen”, “para qué llegar a tiempo, si…”, “no pasa nada…”, “es lo mismo siempre”. Estas y otras actitudes son el reflejo del poco respeto, ya no digamos aprecio, que sentimos por las personas, su tiempo y sus actividades.

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Para la persona impuntual, los pretextos y las justificaciones están agotados, nadie cree en ellos. ¿No es tiempo de hacer algo para cambiar esta actitud? Por el contrario, cada vez que alguien se retrasa de forma extraordinaria, llama la atención y es sujeto de toda credibilidad por su responsabilidad, constancia y sinceridad, pues seguramente algún contratiempo importante ocurrió.

Podemos pensar que el hacerse de una agenda y solicitar ayuda, basta para corregir nuestra situación, y por supuesto que nos facilita un poco la vida. Pero además de encontrar las causas que provocan nuestra impuntualidad (los ya mencionados: interés, importancia, distracción), se necesita voluntad para cortar a tiempo nuestras actividades, desde el descanso y el trabajo hasta la reunión de amigos, lo cual supone un esfuerzo extra ?sacrificio si se quiere llamar?, de otra manera poco a poco nos alejamos del objetivo.

La cuestión no es decir “quiero ser puntual desde mañana”, lo cual sería retrasar una vez más algo. Es hoy, en este momento, y poniendo los medios que hagan falta para lograrlo: agenda, recordatorios, alarmas…

Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con estas sugerencias:

– Examínate y descubre las causas de tu impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido, etc.

– Establece un medio adecuado para solucionar la causa principal de tu problema (recordando que se necesita voluntad y sacrificio): reducir distracciones y descansos a lo largo del día; levantarse más temprano para terminar tu arreglo personal con oportunidad; colocar el despertador más lejos…

– Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu horario y plan de actividades del día siguiente. Si tienes muchas cosas que atender y te sirve poco, hazlo para los siguientes siete días. En lo sucesivo será más fácil incluir otros eventos y podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con todo.

– Implementa un sistema de “alarmas” que te ayuden a tener noción del tiempo (no necesariamente sonoras) y cámbialas con regularidad para que no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano; pide acompañar al compañero que entra y sale a tiempo; utiliza notas adheribles…

– Establece de manera correcta tus prioridades y dales el lugar adecuado, muy especialmente si tienes que hacer algo importante aunque no te guste.

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Vivir el valor de la puntualidad es una forma de hacerle a los demás la vida más agradable, mejora nuestro orden y nos convierte en personas dignas de confianza.

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Comentarios (0)

  1. América de Meléndez dice:

    Excelente artículo. La puntualidad da confianza, hay personas buenas en sus trabajos, cuentan con muchas fortalezas; pero la debilidad en la puntualidad le resta prestigio y logros porque no se puede confiar en ella.
    Actividades nacionales e internacionales como la salida de un vuelo, un tren donde la puntualidad de todos lleva al éxito a la empresa y a sus clientes dan un gran valor a la puntualidad.
    Lo bueno de este artículo es que se analiza qué puede ocasinar la imputualidad y sobre todo, sugiere como mejorar. Quienes se hagan un análisis podrán saber las razones y mejorar el hábito.

    Mil gracias por el tiempo que dedican para que otros aprendamos.

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