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Prepárate para ser productivo

por Francisco Sáez

Todo el mundo tiene cosas que hacer. En casa y en el trabajo, personales y profesionales. Y todo el mundo tiene una manera particular de recordar qué cosas están pendientes de hacer. Unos las anotan en un papel, otros las introducen en una aplicación del móvil, otros confían en su memoria y otros combinan varias opciones.

Recibir una nueva tarea que realizar, bien sea externamente (“acuérdate de enviarme el informe”, “compra leche cuando vuelvas del trabajo”) o internamente (“voy a lavar el coche esta tarde”, “tengo que llamar a Pablo para ver si se ha recuperado de la lesión”) es algo tan constante y habitual en nuestra vida que la forma en que aceptamos y gestionamos estos compromisos sigue a menudo patrones muy automatizados y, desgraciadamente, poco efectivos.

Nuestro cerebro tiende a evaluar inmediatamente la importancia de esa nueva entrada, aunque no sea todavía evidente en ese momento. Lo que no nos parece importante, lo dejamos pasar e incluso lo olvidamos. Lo que nos parece muy importante, lo tratamos como urgente y dejamos de lado otras cosas que también eran importantes pero no son tan “recientes” y, por lo tanto, no están en la primera fila de nuestra memoria.

Si nos paramos a pensar en qué nuevos compromisos hemos adquirido recientemente, probablemente sólo nos acordemos de las cosas llamativas que nuestro cerebro inmediatamente identificó como “importantes”. El resto de compromisos están o bien olvidados o bien reducidos a algo tan insignificante que será difícil prestarle la atención adecuada.

Si nos dejamos llevar por este patrón de comportamiento y dejamos que el sistema 1 sea nuestro modo de pensamiento principal, estaremos siempre haciendo lo que más nos estresa, lo aparentemente urgente, en vez de disfrutar haciendo lo que realmente es más significativo.

Para vencer a esta manera de actuar tendrás que utilizar grandes cantidades de autodisciplina y fuerza de voluntad. El problema es que la fuerza de voluntad es un recurso limitado que se agota con bastante facilidad, y que emplearla constantemente sin los descansos necesarios es una fuente de estrés y ansiedad.

Hay estudios que indican que utilizar la fuerza de voluntad es, a largo plazo, una estrategia nefasta para hacer las cosas. Pero podemos evitar el uso de la fuerza de voluntad si nos molestamos en preparar un entorno adecuado (no necesitas fuerza de voluntad para no comer chocolate si no hay chocolate en casa).

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Si capturas fuera de tu cabeza todo lo nuevo que aparece en tu vida, sea de la naturaleza que sea y tenga mayor o menor importancia, y lo dejas enfriar un tiempo, será el sistema 2 el que se encargue de gestionarlo, y las posibilidades de una gestión más efectiva serán infinitamente superiores.

La productividad personal no tiene nada que ver con ir haciendo implacablemente todo lo que va surgiendo. Tiene que ver con la capacidad de elegir en cada momento que és lo mejor que podrías estar haciendo. Y, paradójicamente, eso sólo puedes hacerlo si no haces ni puñetero caso (en primera instancia) a todos los compromisos externos e internos que van apareciendo en tu vida.

La productividad personal tiene que ver con la preparación. Serás más efectivo y vivirás más relajado cuantas más acciones tengas capturadas, procesadas y organizadas dentro de una estructura que te permita tener siempre una idea clara de qué debes hacer ahora.

Con la preparación adecuada, cada tarea que esté bien definida y sea significativa será realizada. Eso es productividad.

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