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Un día cualquiera

 Por Ángel Álvarez

 Luis, se despertó a las 5:10 de la mañana. No se pudo volver a dormir porque un montón de preocupaciones le daban vueltas en la cabeza. Tenía que terminar el informe para presentar un proyecto muy importante, la fecha límite era dentro de tres días y le llevaría al menos un día y medio de trabajo, y resolver algunas cuestiones urgentes con sus colaboradores.

Después de dar un montón de vueltas en la cama, decidió levantarse e ir más pronto a la oficina para ganar tiempo, aprovechando la tranquilidad reinante antes de que empezaran a llegar todos. A las 7:15 estaba ya sentado en su mesa, con los papeles de su informe delante y el ordenador encendido.

Mientras releía los últimos párrafos que había escrito el día anterior, sonó la alarma que le indicaba que un nuevo correo había entrado. Sin pensarlo dos veces, dejó lo que estaba haciendo y miró a ver qué era aquello que entraba tan temprano. Sin duda debía ser algo importante.

Al mirar el correo, una petición de información de una sucursal, no pudo evitar contestarlo. Cuando terminó se dio cuenta de que ya habían empezado a llegar sus compañeros y, muy pronto, empezaría la vorágine diaria. Apenas había avanzado con el informe.

Continuó trabajando en él pero, 5 minutos más tarde, Juan, uno de sus colaboradores, entró en su despacho y le preguntó si podían hablar; quería comentarle algo muy urgente. Dejó los papeles a un lado y se fueron a tomar un café. Cuando volvió a su despacho habían pasado 30 minutos y, lo peor, el asunto que tan urgentemente le tenía que comentar Juan no era tan importante y podía haber esperado.

Se volvió a concentrar en el informe durante un rato, hasta que alguien llamó por teléfono. Era  Ernesto, su jefe, para pedirle que lo sustituyera en una reunión que tenía a las 10:00, a la que él no podía asistir. Aunque le venía fatal, Luis se dijo a sí mismo: “Estas reuniones suelen ser cortas y podré seguir trabajando en el proyecto después”.

La reunión no fue tan corta como a Luis le hubiera gustado. Montse, del departamento de logística, planteó un montón de preguntas que tuvieron que ser analizadas. Además, Luis no pudo contestar a las que correspondían a su jefe, porque no había podido preparar la reunión. Esto enfadó bastante a Montse y generó malestar en el resto de los participantes, lo que alargó más la reunión.

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Luis salió bastante enfadado de la reunión. Necesitó tomarse un respiro para tranquilizarse y poder continuar con su trabajo. Nada más reiniciar su actividad recibió una visita inesperada de un colaborador de otro departamento, lo que lo mantuvo ocupado hasta la hora de la comida.

Se planteó no ir a comer y continuar trabajando, pero Ernesto le dijo que quería hablar con él y le propuso hacerlo mientras comían. Además, así podría contarle cómo había ido la reunión de la mañana. Luis pensó que ahorraría tiempo contándole la reunión y no teniendo que hacerle un resumen por escrito.

Como Ernesto tenía muchas cosas que comentarle, Luis apenas abrió la boca, la comida se alargó bastante y, además, surgieron nuevas tareas que añadir a su ya apretada agenda.

La tarde no fue muy distinta de la mañana. Parecía que todo el mundo se había puesto de acuerdo para necesitar su ayuda o su consejo y no dejó de recibir llamadas y tener algunas interrupciones, con pequeños asuntos.

De repente se dio cuenta de que, desde primera hora, no había vuelto a mirar el correo. Se puso muy nervioso por si, al no hacerlo, podía haber descuidado algún asunto urgente. Como no se fiaba de hacer una revisión superficial, dedicó más de dos horas a leer y a contestar parte de los muchos correos que le habían entrado.

Tuvo que dejarlo porque, cercana ya la hora de salida, Mario, otro de sus colaboradores, al que había prometido que hoy hablarían, entró en su despacho. No se atrevió a decirle que no era el momento adecuado porque ya había pospuesto este encuentro en dos ocasiones. Mario venía con una larga lista de cuestiones que no terminaron de tratar hasta casi las 20:00.

Cuando Mario salió del despacho Luis estaba muy cansado. Aún así, mirando los papeles del proyecto encima de la mesa, decidió que se quedaría un rato más. A las 21:00 tuvo que dejarlo. Miró su agenda y se dio cuenta de que, el día antes, había quedado con su mujer en que pasaría a recoger a los niños de una fiesta de cumpleaños a las 20:00. Miró su móvil que, como se había olvidado de cambiarlo, estaba en modo silencio desde la reunión de la mañana, y vio que tenía varias llamadas perdidas y mensajes de su mujer. Mientras bajaba al garaje a recoger el coche la llamó. Discutieron.

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Mientras, con sensación de derrota, volvía a casa, Luis, que se llevaba su portátil y los papeles del proyecto a casa, se preguntaba: ¿Cómo es posible que haya personas a las que no les pasan estas cosas? “¿Cómo lo hacen?” “¿De dónde sacan el tiempo?”

Hasta aquí la historia de Luis. Ahora es el momento del análisis y la reflexión. ¿Qué es lo que le pasa a Luis? ¿Qué debería hacer para poner orden en ese caos?

¿Qué hubiera pasado si se hubiera centrado en lo realmente importante, si hubiera negociado, si hubiera protegido su tiempo, si hubiera sabido decir no, si hubiera…?

Estas y otras preguntas son las que debemos hacernos para no actuar como Luis y para logar un mayor control sobre nuestras vidas.

Recuerda que el entorno casi siempre es hostil y que si nosotros no manejamos nuestras vidas, sin duda, otros lo harán por nosotros.

Fuente: https://medioenseriomedioenbroma.com/2011/03/28/un-dia-cualquiera/

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