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No hay tiempo que perder.


Por José María Garrido.

A medida que maduramos (algunos dicen “envejecemos”) y el horizonte se acerca, tenemos menos tiempo para desperdiciar, menos tiempo para “prueba y error”, menos tiempo para dar la vuelta a la manzana cuando nuestro destino está simplemente aquí lado.

Tendemos a creer que complicar las cosas hace que las soluciones y las decisiones sean más elegantes. Pero eso no es cierto, simplemente hace que sean más difíciles de aplicar.

No necesitamos ser “bruticos”, pero sí directos en nuestro lenguaje y en nuestros planes.

Si sospechamos que algo anda mal con los miembros de la familia, debemos preguntarles al respecto.

Si nos encontramos con necesidad de ayuda, debemos pedirla.

Si tenemos dificultades con una relación, debemos afrontarlas.

Si no estamos contentos con nuestra vida, deberíamos cambiarla.

De manera similar, necesitamos encontrar carriles rápidos e incluso atajos a los destinos (suponiendo que no estamos, simplemente, dando un tranquilo paseo por la vida).

Yo suelo hacerme estas preguntas (en el trabajo y en la vida):

  • ¿Cuál es la solución más simple, rápida y sencilla posible?
  • ¿Puedo utilizarla sin inconvenientes ni consecuencias adversas?
  • Si hay consecuencias, ¿puedo gestionarlas y/o mejorarlas?
  • ¿Hay algo importante que me impida seguir adelante con este plan?

A menudo no nos movemos lo suficientemente rápido porque nos inclinamos hacia la sobreprotección. Le damos demasiadas vueltas, nos asalta el miedo, “me lo voy a pensar otras tres veces”.

Pero no necesitamos protección: necesitamos acción.

Necesitamos aceptar riesgos prudentes (no apuestas locas) y comprender que la búsqueda de la perfección mata la excelencia. El éxito triunfa sobre la perfección, y ningún viaje, comida, vacaciones, hotel o relación que alguna vez hayas experimentado o que alguna vez experimentarás ha sido ni será perfecto. La perfección no sólo es inalcanzable, sino que es innecesaria para el éxito y la felicidad.

Así que mejor desarrollar el hábito de avanzar imperfectamente con la confianza y el conocimiento de que todos hacemos correcciones a mitad de camino todos los días. Mientras conduces, haces pequeños ajustes con el volante que no son fuertes o bruscos, pero que son importantes para mantenerte en el camino. La vida es igual. Los ajustes pequeños, sencillos y rápidos te ayudan a mantenerte en el camino de la vida.

Voy a compartir contigo algunas rutas fáciles, sencillas y rápidas que aprendí hace algún tiempo y que suelo utilizar a menudo.

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 Defender con firmeza los principios, pero no discutir sobre gustos. La educación de tus hijos es una cosa muy seria, pero el restaurante al que ir esta noche es otra cosa muy distinta: ¿por qué entonces discutes tanto con tu pareja sobre temas parecidos a esto último? La decoración de la oficina no es tan crítica, pero la política de atención al cliente de tu empresa sí lo es.

 Utilizar razonamientos objetivos, comportamientos observados y evidencias, no etiquetas subjetivas. Decirle a alguien que “no tiene espíritu de equipo” no es tan útil como decirle: «Llegas tarde a todas las reuniones, lo que hace perder el tiempo a todos los demás». Decirle a tu pareja que es desorganizada es menos útil que decir: «¿Cuándo fue la última vez que recuerdas haber usado las llaves?».

 Generalizar los aspectos positivos y aislar los negativos. Si tu hijo falla un gol en un partido, dile que ha sido un chute difícil, no que es torpe o un mal futbolista. No le digas a un colega que no es capaz de vender; simplemente dile que, en este día en particular, no consiguió la venta a aquel cliente potencial. Por el contrario, cuando tu hijo consiga un chute muy bueno, no elogies sólo la patada; dile que es un gran futbolista (o si saca una buena nota, que es un estudiante excelente). Cuando tu colega consiga la venta, no le digas que fue su día de suerte; dile que es un campeón comercial.

 Asumir que tenemos más control del que creemos. No podemos controlar el clima o el precio de la luz, pero podemos controlar nuestros propios comportamientos e influir fuertemente en la mayoría de los entornos en los que nos movemos. Ten siempre un Plan B (si llueve, es posible trasladar la fiesta de cumpleaños del jardín a la bajera). Pasamos demasiado tiempo tratando de hacer que funcione un Plan A que ha fallado, en lugar de, simplemente, pasar rápidamente a nuestro Plan B. Por supuesto, eso exige que siempre tengas un Plan B e incluso un Plan C.

Ya tenemos una edad, así que la capacidad de utilizar nuestra madurez, experiencia, educación y sabiduría es una ventaja simple y rápida que nos otorga un gran poder. Es cierto que estamos en una era de alta tecnología, inteligencia artificial y drones; pero también es una época en la que el buen juicio está altamente solicitado y demandado.

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Es comprensible que los jóvenes estén inmersos en la tecnología, pero no pueden estar inmersos en la sabiduría. Ésa es una capacidad de aquellos de nosotros que tenemos 60 años o más. Pero tenemos que ponerlo de manifiesto. Tenemos que evidenciarlo.

Quizás creas que los descuentos para personas mayores, la prioridad con los asientos o los viajes del IMSERSO son ventajas y beneficios que se te deben por el hecho de ser mayor. Pues yo creo que no.

Sin duda, hay que ocuparse de los discapacitados y desfavorecidos, pero lo cierto es que, de ellos, hay a cualquier edad. La sociedad asume que el simple hecho de “ser mayor de…” crea una especie de “estado de discapacidad” o que esa simple longevidad implica ser una persona más débil. Ésa es una creencia tan absurda que apenas sé por dónde empezar a echarla abajo.

Si el camino más fácil suele ser el mejor, entonces el mejor camino aquí es entender que todos somos capaces de hacer grandes contribuciones, y que aunque la tecnología está a nuestro alrededor, la sabiduría es escasa.

Fuente: https://www.garridofreshmentoring.com/no-hay-tiempo-que-perder

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