Es más, entenderla como una disciplina es fundamental para poder gestionarla. “La capacidad innovadora de las personas se educa”, afirmó Trias de Bes. “Muchos baby boomers que han sido enseñados en el método creen que es tarde para ellos. Pero no necesitamos capacidades nuevas para ser creativos. Simplemente, aplicar esas capacidades (memorizar, resolver, la capacidad analítica, etc.) de manera diferente”.
“Muchas compañías piensan que la creatividad consiste en proponer muchas y muy variadas ideas, y dedican la mayor parte del tiempo a ello, en vez de a converger esas ideas, creando nuevas conexiones. Debería ser al revés: 80% del tiempo convergiendo, 20% proponiendo ideas”. Un buen diagnóstico del entorno y de los objetivos que se quieren alcanzar es clave para que el proceso de propuesta de ideas resulte más sencillo, rápido y efectivo.
“Las pequeñas innovaciones, o innovaciones graduales, son tanto o más importantes que las disrupciones. Aún más, una empresa no acostumbrada a hacer pequeñas innovaciones fracasará en su intento de crear un producto disruptivo”, afirma Trias de Bes.
Ahora bien, cada uno ve la realidad desde un prisma diferente. En este sentido, Trias de Bes propone generar una “visión de consensos compartidos”, esto es, un diagnóstico compartido y libre de prejuicios, que sirva como base comúnmente aceptada sobre la que aplicar una disciplina de la innovación. “Las empresas deberían dedicar más tiempo a establecer este marco de consensos”, asegura este experto.
“Existen numerosas metodologías, muy simples, para interrumpir el método analítico para el que estamos acostumbrados. Por ejemplo, descomponiendo cada tarea en partes, de forma que resulte imposible reconocer patrones y se puedan re-trabajar las capacidades que ya tenemos”. Además, las empresas pueden incorporar metodologías que ayuden a formular las preguntas y provocaciones adecuadas. “Estamos tan centrados en buscar una solución que nos olvidamos de que lo más importante es hacer buenas preguntas”, dice Trias de Bes.
Es decir, se trata de hacerse las preguntas adecuadas, definir los consensos comunes, proponer gran cantidad de ideas y, por último, saber identificar o moldear las mejores. Ahora bien, “la I+D lleva asociado un porcentaje de fracasos, que puede ser mayor o menor, pero que se gestiona. Las empresas deben aceptar que una innovación puede fallar, y no penalizar el fracaso”.
Y, aquí, RRHH juega un papel fundamental. “Sin una motivación intrínseca, la capacidad creativa se ve limitada. Es la responsabilidad de RRHH escoger a personas que amen su profesión”, indica este economista.
En otras palabras, de los movimientos interdepartamentales y de la creación de equipos multidisciplinares. Esta intersección no es incompatible con la existencia de roles especializados. “Una buena forma de encontrar nuevas ideas es acudir a las ferias de sectores adyacentes”, propone Trias de Bes.
como por ejemplo motivar a la plantilla (siempre y cuando el objetivo sea ilusionante) o generar una cultura corporativa más abierta al cambio y la creatividad.
Es de la combinación de un individuo motivado, un sector y entorno propicios, y la regularidad, de donde nacen los mejores proyectos. La improvisación pocas veces resulta. En cambio, “la innovación se educa, y se gestiona”, concluye.
Redactora de EXPANSIÓN Economía Digital.
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