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1. Liderazgo autodestructivo
La expresión fue de Alfonso Vázquez, pero la idea viene de muy atrás y aquí ya la hemos manejado en más de una ocasión. Un líder debería tener como objetivo no ser necesario. Así que su único camino es ir creando condiciones para que cuando desaparezca no se note. Pero su fin es desaparecer. En este sentido la figura de líder es más bien el reflejo de la incapacidad del equipo para asumir ciertas responsabilidades. El líder las asume pero con la intención siempre de hacerlo de forma temporal.
Este tipo de líder cumple escrupulosamente con sus ciclos profesionales. Recorre etapas y desaparece para que otra gente siga sus proyectos.
2. Liderazgo basado en roles de equipo de Belbin
La teoría de roles de equipo de Belbin viene a explicarnos que lo importante en un equipo es la complementariedad. Los roles tienen aspectos positivos y negativos. La clave no radica tanto en disponer de grandes mujeres y grandes hombres, sino de gente normal que complementa sus capacidades. Distingue Belbin entre roles sociales, de acción y de reflexión. Ahí encaja nueve diferentes tipos de conducta, todas necesarias para conformar equipos potentes.
Traducido a liderazgo esta teoría le quitaría peso a ese rol de “líder-líder” en tanto que se diluye en un grupo humano diverso. No se trata tanto de buscar a la mejor persona sino a la que complemente mejor capacidades ya existentes en las demás. En cierta forma enlaza con las teorías de Howard Gardner respecto a las inteligencias múltiples, frente al modelo tipo factor g de inteligencia general de Charles Spearman que tanto se ha divulgado a través de los tests de Stanford-Binet.
3. Cada cual ya es líder de su proyecto, sólo hay que dar campo de juego
Cada persona es líder respecto a sus propios proyectos personales. Pero éstos pueden convertirse en proyectos colectivos debido a la pasión que se despliega en torno a ellos. Es habitual que este tipo de proyectos no coincidan con la actividad profesional. Así, es fácil encontrar personas que despliegan un amplísimo abanico de competencias en torno a actividades no profesionales. En cambio, en este terreno aparecen como seres grises y sin iniciativa.
Una organización debería reutilizar la pasión de los proyectos personales. O no. Pero, claro, esto ¿a dónde conduce? Entra en juego una ilógica de mercado. Si partimos de la persona y su proyecto, ¿a qué se dedica la empresa? Quizá sea un mosaico de múltiples actividades inconexas y eso resulte demasiado “extraño” para la ortodoxia del management, ¿no?
En el fondo, no obstante, este enfoque reconoce que hay energía y capacidad en cada persona. Y trata, simplemente, de que la despliegue. Para eso no hace falta líder porque cada cual ya lo es. Sólo hace falta ayuda y dar cabida a esos proyectos.
4. Liderazgo de desarrollo
En buena parte tendría que ver con el llamado liderazgo transformacional, definido en su día por Bernard Bass y que yo aprendí con un jubilado de lujo llamado Miguel Ayerbe. El compromiso de este líderazgo es desarrollar a las personas. Se asume que quien lidera debe aportar valor a las personas de su equipo, hacer que crezcan personal y profesionalmente. Y debe hacerlo de forma permanente. Hacen falta personas líderes. Hoy se las llamaría coach o algo parecido, supongo.
Es un enfoque de liderazgo “al servicio de”. Es decir, no se trata tanto de visiones preclaras sino de hacer que las personas quieran crecer y lo hagan con ayuda de quien lidera. Necesariamente debe partir de las diferencias individuales y buscar la estimulación continua para que las personas avancen.
Bien, pues esta es la propuesta. Son cuatro las opciones, ¿con cuál te quedas?
Autor :Por Julen Iturbe
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