por Pablo Aure Fariñez

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE), entendida como: “La integración voluntaria de las preocupaciones sociales y medioambientales en las actividades de las empresas y en las relaciones con sus diferentes grupos de interés (stakeholders)” – UE, es un concepto que está tomando cada vez mayor auge entre las PyMes en Venezuela, debido a que en las grandes empresas ya es una práctica común.

Las empresas familiares (EFs), que en Venezuela representan el 91,5% de las organizaciones privadas, no son la excepción a la hora de implementar prácticas de RSE. Estas establecen políticas o prácticas que van más orientadas hacia los trabajadores y sus familias, la sociedad y, en algunos casos, al medio ambiente. En raras ocasiones se establecen políticas de RSE destinadas a uno de los grupos de interés más importantes: los accionistas, que para el caso de las EFs no son otra cosa más que los  miembros de la familia propietaria. Se deja por sentado que, simplemente por sus condiciones o por derecho fiduciario, por ser tenedores de las acciones y/o por ser los gestores de la organización, ya se garantiza su bienestar económico y en consecuencia queda garantizada la continuidad de la empresa.

En 1980, Gallo desarrolló un modelo que ha sido ampliamente discutido, donde distingue dos tipos de RSE: la interna y la externa. La interna consiste en la verdadera razón de ser de cualquier organización empresarial, compuesta por: (i) la producción de bienes y servicios que, en algunos casos, son destinados a cubrir necesidades de la sociedad; (ii) la generación de riqueza, cuyo valor debe de ser suficiente para compensar aquellos que han participado en la creación de los bienes o servicios; (iii) el desarrollo de las personas que laboran en la empresa, garantizando empleos estables y contribuyendo al desarrollo de sus habilidades personales y profesionales para, de esta manera, (iv) garantizar la continuidad de la empresa familiar.

La RSE externa consiste en corregir el impacto que producen en su entorno más próximo los bienes producidos o que se producirán. Difícilmente podemos establecer cuál de los tipos de RSE es el más importante: todos son necesarios y no podemos distraer esfuerzos para alcanzar uno en detrimento de los demás. En el caso de las EFs, podemos afirmar que existe un énfasis en garantizar la continuidad, ya que se estima que 30% de las empresas familiares alcanzarán con éxito a la segunda generación, entre un 10-15% a la tercera y 3-5% a la cuarta. Si bien es cierto que son unas estadísticas muy bajas, se cree que tienen una tasa de supervivencia mayor a sus pares no familiares.

Pero podemos preguntarnos: ¿qué retos enfrentan las empresas familiares? y ¿cómo somos socialmente responsables garantizando su continuidad? Ambas preguntas centran su foco en la familia propietaria, quien posee el poder (toma de decisiones): ella debe afrontar el principal riesgo de no contar con una empresa familiar profesionalizada, lo cual le permitirá en gran medida garantizar su permanencia en el mercado.

Una empresa familiar que desee perdurar de generación en generación deberá aprender a manejar la complejidad, tanto del lado de la familia, porque estas crecen, en ocasiones más rápido que la empresa, sus miembros evolucionan (hijo, esposo, padre, abuelo) y por ende sus interacciones se multiplican; así como del lado del sistema empresarial, debido a que es necesario que crezcan y adopten buenas prácticas competitivas e innovadoras para producir bienes y servicios de calidad que les aseguren una permanencia en el mercado que, en la mayoría de las ocasiones es complejo.

Pablo Aure Fariñez
Socio consultor
Exaudi Family Business Consulting

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