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Calidad de Vida: ¿Su familia… es negociable?

¿Alguna vez tuvo que pasar noches enteras fuera de su casa por un viaje de negocios? Recuerdo como si fuese ayer el doloroso sentimiento que tuve una noche, al regresar al hotel, luego de visitar un cliente a 500 Km. de mi casa…

Mientras yo visitaba clientes todo el día, mi hija Luciana se había postulado para una obra de teatro. Ella permanentemente se presentaba para obras juveniles y casi nunca obtenía el papel, menos aún el protagónico. Pero esta vez lo había obtenido, me contó emocionada mi esposa, en un rápido llamado a mi teléfono celular justo en mitad de una reunión con mi cliente.

Esta era su noche. Harían el ensayo general con toda la compañía ante familiares y amigos, como primera prueba. Quería, más que ninguna otra cosa, estar allí con ella. La llamé para desearle suerte pero en mi corazón quería pedirle disculpas. Aunque no siempre era posible, esta vez podría haber pospuesto el viaje para otra semana: de alguna forma, mi hija se había “traspapelado” entre las presiones y demandas de mi trabajo y simplemente la había “olvidado”.

Allí estaba yo, solo y a 500 kilómetros de mi hogar, mientras mi hija cantaba y actuaba con toda el alma ante un público que no incluía a su padre…

Aquella noche me dio una lección: no importa si nuestro hijo es la voz principal de un coro, el jugador más importante de su equipo, o el más inteligente de su clase. Lo importante es que estemos allí con ellos. Cuando nos ven allí, aplaudiéndoles, dándoles coraje, o consolándoles si las cosas no salieron tan bien, ellos sienten una inmensa felicidad. Y nosotros, como padres, el doble.

Si realmente deseaba que mi familia fuese mi prioridad, tenía que comprometerme. No era suficiente con pensar y decir “mi familia es lo primero”. Si mi familia es realmente mi prioridad, tengo que decirlo, demostrarlo y hacer lo que sea necesario.

Hasta que no comprendamos esto, dediquemos tiempo a la familia -y nuestro compromiso sea más fuerte que todas las presiones- no tendremos lo que se necesita para dar prioridad a la familia. Seguiremos siendo “impulsados” por otras cosas.

El gran justificador

Si realizáramos una encuesta entre la población adulta, la mayoría diría que la familia es su principal prioridad. La pondrían incluso por encima de su propia salud y hasta algunos llegarían a decir que “morirían por ella”. Sin embargo, si observamos de cerca nuestro estilo de vida -y particularmente en dónde invertimos nuestro tiempo- veremos que la familia está subordinada a otros valores como el trabajo, el desarrollo de una carrera, el dinero y otros pasatiempos.

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La mayoría observamos una “brecha” entre lo que realmente sentimos como importante y el modo en que vivimos. Cuando reconocemos esta brecha, inmediatamente nos justificamos…

“En mi empresa la competencia es feroz. Si no me esfuerzo, me despedirán y buscarán alguien más comprometido. Entonces, ¿quién alimentará a mi familia?”

“¿De qué me sirve tener la tarde libre para jugar con los chicos si no puedo pagarles distracciones o llevarlos de paseo porque el sueldo no me alcanza?”

“Con mi esposa ya compartimos bastante tiempo cuando éramos novios. Ya llevamos cinco años de casados y las prioridades cambiaron. Entendemos que es normal no tener tiempo para nosotros. A todos nuestros amigos les sucede”

Pero “demos vuelta el juego” y cambiemos de óptica: no comencemos pensando que el trabajo no es negociable y la familia si lo es. Al contrario: la Familia es lo verdaderamente no-negociable. Nuestros roles profesionales son temporales. Algún día dejaremos de ser vendedores, contadores o maestros. Otra persona, más joven, nos reemplazará cuando nos retiremos. La compañía a la que dedicamos tantas “horas extra” continuará sin nosotros. En el trabajo, nadie es imprescindible.

Por el contrario, nuestro lugar en la familia es un “rol de por vida”: lo desempeñamos desde que nacemos hasta que dejamos de existir. Cada uno de los miembros son imprescindibles.

Uno de los peores sentimientos es cuando nos damos cuenta de que cosas importantes de nuestra vida, como la familia, están en segundo o tercer lugar en nuestras prioridades… cuando no en el último.

¿Vivir con menos dinero?

Un popular refrán dice “el dinero va y viene”. El tiempo no.

Tener menos dinero y más tiempo podría incrementar su calidad de vida familiar. Desde luego, muchas familias no pueden encontrar en esta elección su solución: enfrentan problemas más acuciantes que les impiden renunciar a una parte de sus ingresos. Pero hacer de la familia una prioridad real les llevará a explorar sus propias alternativas.

Nada se compara con la felicidad de hacer de la familia la más alta prioridad. Con tantas presiones no siempre es fácil hacerlo. Pero es mucho más difícil no hacerlo: cuando no invertimos tiempo en nuestra familia, para unirla y fortalecerla, después tendremos que pagar un costo mucho más elevado reparando relaciones rotas, salvando un matrimonio, o recuperando el tiempo perdido con nuestros hijos.

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Fuente Club de la Efectividad

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