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El espejo del cofre: la ignorancia en las empresas

por Eduardo Press

El cuento que sigue “El espejo del cofre” es anónimo, de origen chino, nos permite introducirnos en el mundo de la ignorancia y hacer algunas reflexiones sobre que sucede en las empresas.

A la vuelta de un viaje de negocios, un hombre compró en la ciudad un espejo, objeto que hasta entonces nunca había visto, ni sabía lo que era. Pero precisamente esa ignorancia lo hizo sentir atracción hacia ese espejo, pues creyó reconocer en él la cara de su padre. Maravillado lo compró y, sin decir nada a su mujer, lo guardó en un cofre que tenían en el desván de la casa. De tanto en tanto, cuando se sentía triste y solitario, iba a “ver a su padre”.

Cuando el marido se fue a trabajar, la mujer abrió el cofre y vio en él a una mujer cuyos rasgos le resultaban familiares pero no lograba saber de quién se trataba. De ahí surgió una gran pelea matrimonial, pues la esposa decía que dentro del cofre había una mujer, y el marido aseguraba que estaba su padre.

En ese momento pasó por allá un monje muy venerado por la comunidad, y al verlos discutir quiso ayudarlos a poner paz en su hogar. Los esposos le explicaron el dilema y lo invitaron a subir al desván y mirar dentro del cofre. Así lo hizo el monje y, ante la sorpresa del matrimonio, les aseguró que en el fondo del cofre quien realmente reposaba era un monje zen.

La ignorancia

La ignorancia tiene mala prensa, incluso hasta se utiliza como calificativo insultante: ¡Ignorante!

Pero veamos, existen diferentes tipos de ignorancia, si es así, nos preguntamos si siempre la ignorancia es algo negativo, que necesariamente debiéramos eliminar.

La ignorancia como excusa es un problema. Es común (fuimos testigos en varios casos) que algún socio al cual se le reclama por algún asunto argumente “yo no sabía”.

La ignorancia de aquél que cree que ya lo sabe todo y no necesita conocer más es muy peligrosa al momento de tomar decisiones. Está en la misma línea el autoengaño, este consiste en no buscar refutar nuestras creencias, si no seleccionar información que reafirme lo que “ya sabemos”. Lo interesante de esto es que la persona no siempre sabe lo que está haciendo, a veces son procesos tan arraigados que ya su detección puede ser todo un desafío.

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Por otro lado están los que abiertamente y a conciencia eligen esa postura: “prefiero no saberlo ni ponerme a pensar en eso”.

Ante la magnitud de información (además creciente) de la que disponemos en la actualidad es imposible creer que alguien pueda disponer de “toda” la información. En las empresas en las cuales existen áreas y división del trabajo, las personas no estarán igualmente informadas, por ese motivo la cooperación se impone.

También nos conviene saber que cada vez que aprendemos cosas nuevas (es decir somos menos ignorantes) aparecen nuevos desconocimientos. Nuestras herramientas son limitadas y se agotan. Cuanto más sabemos menos capacidad de absorber tenemos en nuestra mente. Cuanto más “sabios” somos tanto más ignorantes nos volvemos.

En lo que respecta al conocimiento también puede darse el efecto Dunning-Kruger, este sesgo cognitivo se basa en que cuanto menos sabemos, más creemos saber. En este caso hay una tendencia a sobrestimar las habilidades y capacidades que uno tiene. Algunas personas lo llaman: “ el fenómeno de cómo los ignorantes se creen más listos”.

En las empresas

La peor ignorancia es cuando uno sabe que no sabe pero hace que sabe. Las posibilidades de tomar malas decisiones es enorme.

Las decisiones tomadas en ignorancia que no es reconocida conducen inevitablemente a decisiones erróneas con efectos negativos para las empresas.

Cuando se sabe que no se sabe, se suele buscar información confiable que nos permita elegir la alternativa más conveniente, en el peor de los casos se evita tomar decisión alguna.

Ahora si no se sabe que no se sabe (ignorancia inconsciente en teoría del aprendizaje) ante el momento de tomar una decisión lo hará a partir de prejuicios, creencias e información incorrecta: la factibilidad del error es grande.

Los temas más comunes para los que es esencial contar con buena información por el riesgo que conlleva son: por las consecuencias son tomar o no tomar deuda, decidir sobre un producto, evaluación del mercado (clientes y competencia), elección de un proveedor, establecer precio de un producto o servicio.

¿Qué hacemos con la ignorancia?

En primer lugar ser conscientes que existe, “no ignorarla”.

A partir de allí, como expresamos más arriba, nos quedan diferentes caminos: nos informamos, hacemos una pausa sin tomar ninguna decisión o apostamos al azar. Todo depende de cuál es el riesgo que se quiera tomar.

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En las empresas donde la toma de decisiones es parte de un proceso colectivo es esencial compartir la información, a través de nuestra experiencia vimos que esta forma es la más eficiente. es la forma más eficiente de combatir la ignorancia.

También, otro gran desafío a superar son los egos. Para lograr identificar nuestros propios “puntos ciegos” es importante apelar a la humildad y comprender que no importa el cargo que tengas, siempre hay algo por aprender. Este rasgo, como dijimos otras veces, es fundamental para un buen liderazgo. Como líderes es importante brindar un espacio seguro para las consultas, para poder seguir aprendiendo juntos. A veces puede ser frustrante la falta de solución, pero les podemos asegurar que varias cabezas piensan mejor que una.

El otro recurso es el de la capacitación. Es la mejor inversión para una empresa. Un lema de nuestra consultora es: “Si la capacitación te parece cara, prueba con la ignorancia”.

Creer en la palabra autorizada

Otro tema que nos deja el cuento es el de creer en la palabra autorizada, en este caso representada por un monje zen. Suponemos que aportó un poco de paz al matrimonio más nosotros sabemos que no los sacó de su ignorancia. Tema para una próxima nota.

Amigo lector: ¿Es capaz de visualizar sus propios “puntos ciegos” y no elegir el camino de la ignorancia? ¿Cree que gestiona el conocimiento y la información en su empresa de la mejor manera?

Colaboración: Sofía Florín (Especialistas en Psicología Organizacional, Emprendedores y Empresas Familiares).

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