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En los últimos meses, ¿qué cambios has introducido dentro de tu flujo de trabajo para mejorarlo? Todo a nuestro alrededor va cambiando o cambiado, y en muchos aspectos seguimos trabajando como hace cinco, diez años o más. Nuestro flujo de trabajo debería actualizarse casi de forma permanente para adaptarlo a lo que necesitamos ahora.
El «flujo de trabajo» no es más que el conjunto de rutinas, hábitos, procedimientos, herramientas y con el que te organizas, haces las cosas o absorbes información. Tú tienes una manera de organizarte, un estilo de hacer las cosas, un método de obtener y utilizar información. Todo eso lo has elegido tú y lo utilizas a diario. Pero que sirva para hoy no significa que valga para dentro de una semana, un mes o un año.
Es cierto que hay hábitos, técnicas, principios y herramientas que nunca caducan. Pero no menos cierto es que hay otras cosas que con el paso de los años pierden validez y utilidad. Y sin embargo no las soltamos ni locos.
Si los demás o tú mismo te pides un extra de rendimiento y resultados hoy, ¿por qué buscarlos con hábitos de hace años?
Cuando buscas eficacia, rendimiento, optimización, resultados, tienes que estar preparado para actualizarte, adaptarte, cambiar cómo y con qué haces las cosas de forma casi constante.
Para actualizar ese flujo de trabajo es imprescindible practicar un hábito en desuso: PENSAR. Pensar (revisar, analizar, estudiar) cómo estoy haciendo las cosas, qué utilizo, qué necesito… Y además hacerlo de forma regular, como quien va a una revisión al dentista o lleva el coche al taller. Porque las cosas de Productividad, si se abandonan y no se revisan, también se estropean.
Si cambian las herramientas, los servicios, las aplicaciones, ¿por qué no nos adaptamos para aprovecharlas mejor o incluso dejarlas?
Naturalmente tiene que ser cada uno el que elija qué rincones del flujo hay que actualizar. Pero yo empezaría por las cuatro grandes áreas que te propongo a continuación. Fijándome en lo de fuera (circunstancias, exigencias…) y poniéndolo frente a lo de dentro (lo que haces, cómo lo haces, qué utilizas).
Para mí, uno de los rasgos que define a la persona productiva es la que sabe “leer” cómo es su trabajo, para moldear su forma de trabajar y conseguir más… incluso con menos esfuerzo.
Me ha quedado un post un tanto sesudo, pero me apetecía reflexionar en alto sobre lo que me encuentro en miles de profesionales y empresas: quieren mejorar sin cambiar una pizca de cómo trabajan; quieren resultados en el siglo XXI con métodos y hábitos de sus padres. Y esto no funciona así.
Autor Berto Pena