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El secreto detrás de los alfajores Capitán del Espacio que se volvieron leyenda en el conurbano bonaerense

Por Mauricio Luna

Su receta es una incógnita y su éxito se basa en el recuerdo de aquellos que crecieron comiéndolo y promocionándolo de boca en boca. Historia de un mito que cumple 55 años.

El hombre tenía 37 años y estaba cansado. Faenaba en un frigorífico de Avellaneda por poca plata, aunque lo suficiente para mantener a la familia y ahorrar el resto. Los años 60 recién comenzaban y vio la posibilidad de cambiar su historia para siempre. Ángel de Pascalis falleció en 2012, pero 50 años antes, junto a su amigo y socio Arturo Amado, compró una fábrica de alfajores de Ezpeleta, expuesta a la venta por una quiebra inminente.

Fue todo un desafío. Comenzó probando 20 alfajores de diferentes marcas para la primera elaboración, en la cual eligió cada producto detalladamente. Desde el dulce de leche hasta el azúcar que iba a utilizar. El 2 de febrero de 1962, Capitán del Espacio se puso en marcha para convertirse, 55 años más tarde, en un alfajor que evitó el marketing y se transformó en leyenda. Que priorizó la calidad por sobre la cantidad. Una pyme perfecta, abasteciendo a miles en el sur del conurbano bonaerense y creando –sin querer–  una lista (larga) de espera en donde –queriendo– se anotaron otros tantos de miles que, en diferentes puntos del país, aún en la actualidad ansían probarlo.

En la provincia de Buenos Aires, Capitán del Espacio es un alfajor icónico: es rico, es abundante y también difícil de conseguir. “Me lo piden muchos clientes, pero la única forma de conseguirlos es a través de otro kiosquero que los revenda. Para eso hay que volver a subirle el precio y ya deja de ser un alfajor ‘barato’ en relación al resto. Llamé muchas veces a la fábrica y me dijeron que no abren cuentas nuevas, que no pueden venderme”, dice Gastón, dueño de un kiosco de Palermo, a Infobae.

“Primeros en la conquista del buen gusto”, reza su slogan. En la Ciudad, son pocos los kioscos que cuentan con esta golosina. En Belgrano, sobre la calle Juramento, un almacén los exhibe con una pizarra en la puerta: “Los conseguimos por un familiar que vive en Lanús y nos los trae. No le agregamos mucho al precio que él los compra, solo queremos que los clientes los prueben y no dejen de venir al kiosco“, explica Martín, dueño del lugar.

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Los comienzos fueron en Ezpeleta, donde la fábrica estuvo instalada por un año. Luego, se mudó a otra con más espacio, en Bernal Oeste. Durante esa época se priorizó el trabajo artesanal, con pocos trabajadores y una circulación de venta que no se expandía más allá de la zona. 10 años más tarde, Capitán del Espacio volvió a mudarse, esta vez al lugar en donde aún permanece: en la calle Gran Canaria, localidad de Quilmes.

Infobae intentó comunicarse en reiteradas oportunidades con las autoridades actuales de la fábrica. El misterio y el hermetismo son parte de una golosina que juega fuerte en el mercado que se expandió de boca en boca, lejos del marketing y las grandes campañas publicitarias.

“No otorgamos más cuentas porque la empresa es chica y mantiene la misma cantidad de empleados de siempre”, explicaron del otro lado del teléfono. Conservar el sabor es parte de la regla número 1 de los actuales dueños, quienes entienden que la calidad debe sostenerse a través del gran secreto: el dulce de leche y el chocolate serán siempre de primera marca, pero la masa, artesanal.

En 2006, Capitán del Espacio fue distinguido como campeón del Mundial de Alfajores, luego de llegar a la final contra dos conocidos rivales -ambos con presencia en todo el país- como Jorgito y Terrabusi. El evento fue realizado por un blog argentino y coronó a un alfajor que continuamente gana adeptos, como también refuerza el sentimiento de sus acérrimos defensores.

Blanco, chocolate, fruta y triple. Son cuatro variantes para un alfajor que también dejó alimentar, por la falta de información, las diferentes versiones acerca de su nombre. Una era que la marca era un homenaje a la canción “El anillo del capitán Beto”, de Luis Alberto Spinetta. Otra, que el nombre estaba inspirado en el astronauta Neil Armstrong, teoría reforzada por el hecho de que el logo del alfajor era un niño astronauta. Sin embargo, tanto la canción de Spinetta (1976) como la llegada del hombre a la Luna (1969) son posteriores al nacimiento de los alfajores.

Capitán del Espacio seguirá siendo un caso extraño para estas épocas de grandes multinacionales y marcas que buscan la innovación permanente, a través de la inversión en tecnología y la creación de nuevos productos. Continuará siendo el alfajor que acompañó la infancia de miles de habitantes de la zona sur del Gran Buenos Aires. También el mito viviente de quienes aún no lo probaron.

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Fuente: https://www.infobae.com/sociedad/2018/02/02/el-secreto-detras-de-los-alfajores-capitan-del-espacio-que-se-volvieron-leyenda-en-el-conurbano-bonaerense/

 

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