Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
Home » Calidad de Vida » Siete ejemplos de cómo invalidas lo que sientes.

Siete ejemplos de cómo invalidas lo que sientes.

Por Vanessa Carreño Andrés

Si no escuchas lo que sientes, estás PERDIDA. Perdida en la vida, perdida en tus relaciones y perdida en ti.

Así de contundente te lo digo. Y te prometo que no exagero.

Cada día me doy más cuenta de lo importante que es escuchar lo que sentimos, aceptarlo y legitimarlo. Sin excepciones.

¿Por qué es taaaan importante? Porque lo que sientes te habla de TU VERDAD, de lo que te pasa a ti y de lo que necesitas.

Vaya, que es tu libro de instrucciones particular.

¿Recuerdas alguna ocasión en que estuvieras disgustada por algo y alguien te dijera que no era para tanto? Seguro que sí, porque esto nos ha pasado a todos.

Vale, ¿y cómo te quedaste después? ¿Te quedaste bien? Lo dudo mucho, porque el otro no estaba legitimando lo que sentías, y eso difícilmente nos hace quedarnos bien.

Bueno, pues esto mismo lo hacemos con nosotras constantemente. Rechazamos lo que sentimos, le quitamos valor, nos lo cuestionamos, lo anulamos, lo reprimimos y lo invalidamos de mil maneras diferentes.

Sentimos tantas cosas diferentes a lo largo del día… ¡y nos enteramos de tan poco!

Estamos siempre alejando esas emociones, juzgándolas, queriendo que cambien, queriendo sentir otra cosa…

Como si fueras conduciendo y el coche empezara a hacer un ruido extraño y tú lo ignoraras y siguieras tu viaje… ¿crees que esto iba a terminar bien? No, claro que no.

Pues eso.

Para que puedas sentirte bien necesitas gestionar lo que te pasa, y la gestión de lo que te pasa siempre empieza por escuchar la emoción, porque eso es lo más genuino de ti (ojo, no los pensamientos, ¡lo genuino es la emoción!)…

Por eso, porque si no escuchas lo que sientes NO puedes gestionar lo que te ocurre, quiero contarte siete ejemplos de cómo invalidas lo que sientes.

1.Cuando no quieres que algo te afecte.

Es el clásico por excelencia, la más obvia de todas. Cuando te dices “no debería sentirme así”, “no es para ponerme así” o “no quiero que esto me afecte tanto”.

Por ejemplo, si tienes una compañera de trabajo que te hace la vida imposible y siempre está intentando dejarte mal, y tú lo pasas fatal, pero te dices que no debería afectarte tanto.

O si te gusta alguien y le propones quedar y te dice que no puede, y te sientes mal, pero no quieres que te afecte y te cuentas que te debería dar lo mismo y que no deberías sentirte así.

O si estás pasando unos días malos, en que te estás sintiendo sola, cansada, muy baja de ánimos y sin saber bien por qué estás tan triste, pero te cuentas que no tienes motivo para sentirte así y lo rechazas.

2.Cuando quieres racionalizar todo lo que sientes.

A veces queremos que la mente vaya alineada con lo que sentimos, en plan “si yo pienso que esto no es importante, entonces no debería afectarme”. Pero esto no siempre ocurre así, porque las emociones son mucho más complejas que el pensamiento.

Por ejemplo, supongamos que una amiga le ha pedido ayuda a tu pareja para solucionar un problema, y resulta que ahora tienen mucho contacto y quedan con frecuencia. Y tú te sientes mal, pero racionalmente no consideras que debas sentirte así porque piensas que no hay nada de malo en que él la ayude, así que te juzgas y te cuentas que eso que estás sintiendo no está bien.

Lectura relacionada  La Importancia de la Visión: Lecciones de un chiquillo

O si tienes que tomar una decisión y la quieres tomar con el pensamiento y evaluando pros y contras, más que escuchando lo que sientes… Porque, como lo emocional es mucho más difícil de medir, como no hemos aprendido a escucharlo y como nos lo cuestionamos todo el rato, pues te vas a lo mental y buscas argumentos que te ayuden a tomar esa decisión desde ahí… Pero, en el fondo, sigues sin quedarte bien. Incluso, aunque tomes la decisión, sigues dándole vueltas y explicando los motivos por los que al final has decidido eso, pero sin llegar a escuchar lo que te está pasando (por ejemplo, que tienes mucho miedo a no hacerlo bien).

3.Cuando comparas como te sientes tú con cómo se sienten los demás.

Es decir, cuando te avergüenzas de lo que sientes porque el otro, supuestamente en las mismas circunstancias, no se siente así.

¿O no te ha pasado eso de pensar “jo, cuánto me cuesta a mí esto, a los demás no les cuesta tanto”?

Por ejemplo, si ves a alguien que lo deja con su pareja y al poco tiempo está bien, incluso que ya tiene una nueva pareja, y piensas que se ha recuperado mucho antes que tú.

O si en el trabajo te proponen coger un proyecto nuevo y en el primer momento sientes agobio e intranquilidad porque ya estás con muchas cosas y sobrecargada, pero empiezas a pensar “es que mira esta compañera todo el trabajo que tiene, y ella sí que puede. No sé qué me pasa, no debería sentirme así”.

O unas amigas hacen un plan sin avisarte y te quedas dolida ,y eso te conecta con el sentirte sola o con sentirte excluida, pero empiezas a contarte que a ellas no les pasa lo mismo y que no deberías ser tan infantil y tan susceptible.

O que si algo te afecta mucho te dices que hay personas que están peor y lo llevan mejor, y que el problema lo tienes tú, que no lo estás haciendo bien.

4.Cuando ignoras tus necesidades.

En realidad, si no escuchas lo que sientes, es im-po-si-ble que te des lo que necesitas, porque lo uno va unido a lo otro y solo a través de lo que sientes puedes darte lo que necesitas.

Por eso, esto de invalidar lo que sientes ignorando tus necesidades es bastante frecuente, y pasa mucho cuando nos adaptamos a lo que el otro necesita, a lo que al otro le va bien, a lo que él quiere, a su ritmo y a sus necesidades, pero nos olvidamos de las nuestras.

Por ejemplo, tu pareja, con la que llevas unos meses, se va a pasar el fin de semana con unos amigos, y te escribe nada más llegar, pero después no vuelves a saber más de él. Y estás rayada pensando que te gustaría que te escribiera y que se acordara de ti, pero te cuentas que es normal que si se lo está pasando bien no te escriba, que eres un poco pesada y que como sigas así se va a cansar de ti. Es decir, ignoras tu necesidad de conexión o de atención y pretendes sentirte bien así.

Lectura relacionada  El propósito

O que alguien te pide algo y, aunque no te apetezca, le dices que sí. Como en automático, casi sin pararte a escuchar lo que sientes, le dices que sí al otro e ignoras lo que quieres tú. Y si después lo pasas mal, pues te aguantas.

O cuando no cuidas tu salud, como le pasaba a una coachee (aquí tienes el formulario si tú también quieres trabajar conmigo) que estaba acatarrada y sin fuerzas para ir a trabajar, pero no quería cogerse un día “solo porque no me encuentro bien”.

5.Cuando te vas a entender al otro, a justificarle y a no tener tantas expectativas.

Es decir, en cualquier situación en la que te duele algo de alguien y, en vez de escuchar eso que estás sintiendo, te quieres poner en el lugar del otro y empiezas a contarte que es que “estaba nervioso”, o que “es su forma de ser”, o que “no se dio cuenta”, o que “no lo hizo con mala intención”… Y sí, esa tal vez sea la verdad del otro, pero ¿qué pasa con la tuya? Tu verdad es que eso te ha dolido y que te ha hecho daño, y que lo legitimes no significa que el otro lo haya hecho mal, ¡es que son dos cosas diferentes!

Que claro que puedes comprender lo del otro, pero validando antes lo que tú sientes. Porque, si no lo haces así, estás poniendo su verdad por encima de la tuya, y eso no es ser justa contigo ni con lo que sientes.

Por ejemplo, si le envías un mensaje a una amiga contándole algo que te preocupa o que te tiene triste, pero ella no te responde. Y te quedas mal, pero empiezas a pensar que no es tan importante y que para qué le vas a decir nada… ¿Ves cómo, para no perder al otro o para no tener un conflicto, no expresas ni legitimas lo tuyo, lo que te hace daño o lo que te molesta?

Las relaciones se construyen cuando cada uno muestra su verdad y ambos pueden escuchar la del otro, pero para eso ¡lo primero es que tú legitimes la tuya!

Cuando queremos comprender mucho a los demás o cuando nos decimos que es mejor no tener expectativas para no decepcionarnos después, nos estamos anulando a nosotras mismas, porque no nos dejamos escuchar lo que queremos ni cómo nos hace sentir el otro con lo suyo. Y, entonces, tampoco puede haber relación.

6.Cuando escuchas a los demás por encima de ti.

A veces son los demás los que invalidan cómo nos estamos sintiendo. El problema es que les compramos el argumento, que les escuchamos más a ellos que a nosotras mismas y nos creemos que de verdad no deberíamos sentirnos así.

Por ejemplo, le cuento a alguien algo que me ha hecho daño, el otro me dice que tengo la piel muy fina y que no debería ponerme así, y yo se lo compro y me creo que, efectivamente, no debería sentirme así.

O si estoy triste por algo y alguien me dice que yo soy muy fuerte y que puedo con todo, y pienso que tiene razón y que no debería sentirme así.

Lectura relacionada  Las 3 preguntas más importantes del talento que pueden cambiarte la vida

O si le digo a una amiga algo que me ha molestado y que ha hecho que no tuviera tantas ganas de llamarla y ella, en vez de escuchar cómo me estoy sintiendo, me dice “ah si, te entiendo, pero yo justo lo vivo al contrario, porque yo valoro la relación por el conjunto y no solo por una cosa que ha pasado”. Y, como ella no me valida lo que siento, pienso que la que está equivocada por sentirte así soy yo.

7.Cuando confundes lo que sientes con cómo respondes.

Tus emociones son legítimas, y nadie tiene derecho a opinar sobre ellas. No están ni bien ni mal, son lo que sientes y punto.

Pero eso es muy distinto a cómo respondes. La emoción no se elige, se siente. En cambio, la respuesta sí se puede elegir.

Vale, pues muchas veces juzgamos cómo nos estamos sintiendo porque no nos ha gustado nuestra manera de responder, ¡y es que son dos cosas diferentes!

Por ejemplo, alguien me trata con desprecio, yo me enfado y le grito, y a partir de ahí es como ya no considero mi enfado como legítimo porque he respondido mal. Y, como no debería haber respondido así, pues la culpa es mía.

O tu hermano hace algo que te molesta y tú le envías un audio de whatsapp muy enfadada y él te dice que no le hables así que está enfermo. Y, a partir de ahí, ya solo puedes pensar en lo mal que le has hablado, que pobrecito, y te olvidas por completo de tu derecho a sentir ese enfado. ¿Lo ves? Pues ojo, porque el enfado sigue siendo legítimo, y una cosa es que pidas disculpas por las formas, y otra muy diferente es que invalides tu enfado.

O si, en medio de una comida familiar, te molesta mucho un comentario de tu madre y te quedas triste y menos habladora, pero después te sientes culpable por no estar disfrutando de la comida con la familia y por seguir dándole vueltas a lo que ha dicho tu madre. ¿Ves que tu emoción es legítima y que otra cosa es lo que quieras hacer con ella?

Estos son algunos ejemplos de cómo invalidamos lo que sentimos, pero hay muchos más, y lo importante es que seas consciente de los tuyos y que aprendas a escuchar y a validar lo que sientes. Siempre, sin condiciones.

Fuente: https://coachingtobe.es/siete-ejemplos-de-como-invalidas-lo-que-sientes/

Si quieres ver más posts de la misma categoría, haz click aqui:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.