Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
Home » Calidad de Vida » Decálogo de buenas prácticas para contigo mismo

Decálogo de buenas prácticas para contigo mismo

Por Merce Roura

No te pongas tanto en la piel de otros que te olvides de la tuya. La empatía empieza por uno mismo. Si no puedes sentir compasión por ti, toda la compasión que sientas por otros acabará siendo una forma encubierta de dejarte de lado y olvidarte de ti. Se convertirá en una ola gigante y devastadora de dolor que arrasará tu autoestima porque anidará en ti la loca idea de que para amarte tienes que ser amado primero… No puedes dejar de escucharte a ti por escuchar a otros. Tu principal compromiso es ser honesto contigo. Cuando te reconoces a ti, de forma inmediata, reconoces a los demás.

No mendigues atención, ni cariño, ni respeto… No persigas a nadie por amor, porque eso no será amor sino necesidad.. No reclames que te hagan caso y que te den lo que no quieren o no saben darte. No exijas que te amen, ni que te valoren porque todo lo que consigas así será efímero y forzado. El amor y todos los actos que lo acompañan salen solos sin tener que pedirlos. Expresa tus necesidades y comparte cómo te sientes, pero si las demás personas no te corresponden no puedes forzarlas a nada. Puedes preguntar por qué, comprender, ser paciente, pero siempre desde la honestidad y el respeto por ti y por la otra persona. No puedes insistir hasta el infinito para que otro te demuestre que le importas porque cuando importas de verdad se nota. Mereces algo más que migajas y momentos perdidos de aburrimiento. Si no te ama, no te amará por más que insistas. Por más que tú ames y te hayas dejado la piel intentando demostrarlo y viendo que no sirve para nada. Por más que hayas hecho todo lo posible y ya no puedas más. Cuando hay cariño y amor, se comparte y se proclama, no se esconde ni se esquiva. Nadie es culpable de no quererte como tú quieres que te quiera. Perdona ese resentimiento inútil y perdónate por sentir que no estabas a su altura porque no es verdad.

No dés esperando recibir. Da porque lo tienes todo. Porque quieres compartir tu valor, tu cariño, porque compartes lo que eres. No te esfuerces para que otros te vean y te valoren. No lo harán. Cuanto más das esperando recibir, menos recibes. Cuanto más haces para que otros hagan por ti, menos hacen. Cuanto más te esfuerzas para que te hagan caso, menos caso te hacen. A veces, lo das todo y lo único que consigues es sentir que molestas, que estorbas, que estás de más en la vida de alguien, que te acabe pagando con silencio o vacío para demostrarte que no te quiere a su lado. Si quieres dar, hazlo sin miedo, sin más condiciones que las de sentirte bien contigo y no necesitar nada. Si das y no recibes, equilibra. No puedes ser siempre tú la persona que tira del carro de las relaciones y darte cuenta de que si tú no te mueves ellos no se mueven. Transita tu miedo a dejar de invertir de más en las relaciones por si descubres que no hay nadie al otro lado. Por si resulta que si tú no lo pones todo, las relaciones no marchan ni siguen adelante. Nadie va a salvarte de la soledad más inmensa ni del dolor más intenso, solo tú. Si hay amor, al final, se acercarán a compartir contigo y pondrán de todo su empeño en estar junto a ti.

Lectura relacionada  Locos o visionarios

Deja de decir que sí a todo. No dejes de lado tus necesidades por las necesidades de otros. Pon límites y di no cuando haga falta. Está bien adaptarse si todos ponen de su parte, pero no si siempre te toca a ti. No tienes que estar de oferta ni ser una ganga para nadie para que no te rechace ni abandone. No tienes nada que demostrar ni ningún mérito que acumular. No tienes que hacer nada por otros para que te quieran y estén en tu vida. Lo mereces todo sin tener que pasar ningun prueba. No vales menos que nadie.

No des tantas vueltas porque la respuesta que buscas no está entre esos pensamientos repetidos y en bucle. No batalles por causas inútiles. Hay muchas cosas que no dependen de ti. No te desgastes luchando ni intentando derribar muros que no son tus muros. Haz lo que esté en tu mano y suelta lo demás… A veces, no puedes hacer nada para cambiar algunas cosas. La única elección es en ocasiones decidir cómo te tomas lo que pasa para poder aceptarlo. Cuando luchas contra algo lo haces gigante y lo conviertes en el centro de tu vida y acabas dejando de ver otras cosas que sí que funcionan. Cuando te peleas con la vida nunca, nunca ganas nada y te quedas siempre hecho trizas.

Tienes derecho a quejarte, a enfadarte, a sentir la injusticia y la impotencia… Tienes derecho a gritar y patalear cuanto quieras. Es más, tienes que permitírtelo y no criticarte ni juzgarte por ello, pero no te quedes a vivir ahí, en esa queja, en ese lamento, en esa cueva llena de oscuridad. Porque eso te hace sentir víctima de las circunstancias y te quita todo el poder para poder cambiarlas, al menos el que está en tu mano. Porque eso te lleva a culpar a la vida y a otros (que son responsables de tus actos, por supuesto) y te pone en modo espera para que ellos lo solucionen. Pide lo que deseas y mereces, pero no te sientas víctima de nada ni de nadie. Porque cada momento que vivas pensando en ello, reafirma la loca y absurda idea de que no mereces nada mejor, de que estás gafado o maldito, que hay cosas que no son para ti… Y te mantiene en ese bucle terrible del baja autoestima del que no se sale si no es cambiando lo que haces y lo que piensas.

Lectura relacionada  La bicicleta frenada

No finjas que estás feliz. No eludas tu tristeza, siéntela. No evites vivir tu miedo, atraviésalo. El dolor que a veces te inunda está ahí para ser sentido y reconocido, para que lo uses para liberarte de heridas y creencias que te limitan. Si te pones una máscara para fingir ante otros que estás bien y eludes sentirlo, solo vas a enquistarlo, a hacer que reviente y supure. Te acabará ahogando. Si no tienes ganas de sonreír no lo hagas, a pesar de que es terapéutico, no hay nada más saludable que permitirte sentir lo que sientes y pensar lo que realmente piensas. Honra a tu tristeza abriéndole las puertas y dejándola pasar para comprenderla. Hónrate a ti dejándote notar lo que necesitas notar para poder liberarlo. El mayor acto de amor a ti mismo es permitirte ser lo que eres ahora y aceptarlo. Eso hará que esas emociones pendientes de sentir se apacigüen y disipen. No te dejes para luego, tu momento es ahora.

No evites, afronta, vive, transita lo pendiente porque eso acabará con ese miedo y ese dolor que cargas porque sabes que está pendiente. Deja de huir de ti mismo y de lo que te asusta. Si tienes que llorar, llora. Si tienes que gritar, grita. Si tienes que pedir perdón, pídelo. Si tienes que reconocer una verdad pendiente, reconócela. Tu paz está al otro lado de tu miedo. Lo que deseas está justo después de caminar por tu sensación de ridículo más absurda.

No te culpes, sé responsable de tus pensamientos, de tus actos, de la mochila que almacenas y de los golpes que has dado a otros mientras estabas perdido y cansado por llevar ese gran peso, haz lo que debas y sigue adelante. Perdónate por no haber sabido hacerlo de otro modo pero comprométete contigo a ser consciente de ello para no repetirlo. Observa qué lección trae consigo cada una de las experiencias y respira hondo. La culpa no sirve para nada más que ser arrastrada y lastrarte los movimientos y la vida. Para que sientas que mereces castigo y no salgas jamás del hoyo en que te sientes metido. Perdona y perdónate para poder seguir adelante sin carga.

Recuerda que todo conlleva una lección, aunque duela mucho. Hay muchas cosas que no ves ahora porque estás inmerso en ese dolor y no observas tu vida a vista de pájaro. No ves el camino, solo la angustia. No ves todas las piezas del rompecabezas de tu vida pero encajan… Acepta y da las gracias. Los mejores regalos de la vida a veces cuando llegan parecen malos tragos y llegan envueltos en situaciones amargas. Perdona y perdónate, es el mejor bálsamo para todos los males.

Lectura relacionada  Conviértete en parte de la gran solución

Y una más, para que sean once al fin… Ama mucho. A ti y a todo. Cada momento de vida, cada pequeño detalle que te rodea. Cada risa, cada pensamiento aunque sea absurdo… Cada sorbo de café, cada brizna contenida en el aire que respiras, cada roce con las sábanas, cada paso de este camino, cada instante de cansancio, cada amanecer, cada miga de pan, cada herida y cada cicatriz… Cada palabra que escuches y leas, cada beso, cada escalofrío, cada lágrima, cada nube, cada rincón… Cada árbol que encuentres a tu paseo. Ama sin recortarte. Ama sin medir. Ama sin que te importe no ser amado por la persona a la que amas porque ese amor nunca está equivocado ni es estéril. Sin necesitar que te amen pero sin arrastrarte por ello. Nadie te quita ese amor. Nadie te robará la grandeza de sentirte vivo y encontrar la belleza de amar. Nada te dará tanta grandeza como reconocerte amando y ser consciente de esa gran capacidad que hay en ti.

Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2023/07/03/decalogo-de-buenas-practicas-para-contigo-mismo/

Si quieres ver más posts de la misma categoría, haz click aqui:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.