El riesgo oculto (y que no te esperas) de la automatización de tus tareas

por Virginia Cabrera Nocito

No falla. Salvo que estés en la puerta del colegio, cada vez que le pides a alguien que se presente, lo que escuchas es una cantinela, recitada a toda pastilla la mayoría de las veces, que se compone de nombre, apellido y cargo o profesión.

Y digo yo, ¿no te da un poco de rabia que sea tu trabajo quien te defina? ¿O tal vez estamos viviendo tanto para trabajar que ya no somos más que eso?

Pues, si en esas estamos, agárrate que vienen curvas.

El trabajo nos aporta identidad. Pero tal vez demasiada identidad

Trabajamos para comer y pagar la casa, para irnos de vacaciones y en general, para satisfacer las que quiera que sean nuestras necesidades. También, por supuesto y no digo yo que no,  para realizarnos pensado que aportamos nuestro granito de arena a la creación de un mundo mejor.

Garbanzos y propósito. Está bien. Loables fines.

Pero me pregunto si ese debería ser el límite.

Si no deberíamos empezar a definirnos más como el idealista, el soñador, el emprendedor, el vividor, el correveidile o el curioso que somos… y menos como el médico, el ingeniero, el fontanero, el mecánico o bibliotecario que también somos.

No, tu trabajo no te define

Ni siquiera cuando el mismo trabajo marcaba toda una vida era buena idea dejarnos definir por él y determinar nuestro nivel de éxito o de fracaso personal por los logros o por los vaivenes de esa actividad.

Hoy, cuando parece que a todos nos va a faltar las capacidades que se requieren, que las máquinas van a apoderarse de muchos de nuestros tareas o cuando las relaciones laborales van a ser más “liquidas” que nunca… ¿tiene sentido seguir ligando identidad a actividad laboral o por el contrario estamos ante un gran riesgo para nuestro bienestar físico y mental?

¿Has pensado en cómo construirás tu identidad cuando un robot haga tu trabajo?

Me he enterado estos días que la palabra trabajo viene del latín tripalium («tres palos») que era un cepo con tres puntas que se usaba para inmovilizar caballos, cerdos, o bueyes, y así poder herrarlos o examinarlos. Y que no tardó mucho más en usarse también para castigar a esclavos y reos. De ahí que tripaliare significara tortura.

Qué acertados estos romanos.

Porque tortura me parece, no el tener que trabajar, sino el hecho de que sea nuestro trabajo lo que nos acaba definiendo. Porque todos somos más cosas ¿no?

Por eso me alegra pensar que los robots y aplicaciones que van a reemplazar muchas de nuestras tareas, nos obligarán también a repensar nuestra identidad.

Quienes hemos estado algún tiempo en barbecho laboral sabemos mucho de cómo se tambalea nuestra identidad incluso cuando lo económico no suponga un problema en el que pensar.

Sabemos de lo «desubicador» que puede llegar a ser el no tener un lugar donde fichar.

Y también de la promesa a lo Escarlata O´Hara (“A Dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre”) que a nosotros mismos nos hemos hecho de no dejar que nunca más sean ni nuestros estudios, ni nuestras tareas, ni nuestros cargos quienes nos definan.

Vienen grandes cambios en el mundo del trabajo.

No dejes que tu actividad profesional sea fuente principal de nada. Ni de confianza, realización y bienestar económico y mental. Ni tampoco de agobios, depresiones y malos rollos.

Deja que tu trabajo te dé alegrías y disgustos. Que te canse y que te libere.

Pero no dejes que sea tu trabajo lo que te dé todo el sentido.

Para que ninguna máquina pueda quitártelo.

El sentido, digo

Fuentehttps://balcon40.com/2023/03/17/el-riesgo-oculto-y-que-no-te-esperas-de-la-automatizacion-de-tareas/