Un espacio para aprender que no es necesario ser una empresa grande para ser una Gran Empresa
Home » Calidad de Vida » Cómo rayarte menos y relativizar más.

Cómo rayarte menos y relativizar más.

Por Vanessa Carreño André

Atención. A ver si esto te suena.

“Quiero aprender a relativizar”.
“No quiero tomármelo todo tan a pecho”.
“No quiero darle tanta importancia a lo que me pasa”.

Esto se lo escucho casi todos los días a alguna coachee.

Y, en un principio, pueden parecer deseos normales, porque a veces nos rayamos por tonterías que nos amargan el día y después, cuando pasa la tormenta, nos damos cuenta de que no era para tanto.

Vale, esto te lo compro.

El problema es cuando lo que quieres es relativizar lo que hacen los demás para dejar de sentirte mal por ello.

Es decir, cuando algo de alguien te duele, te molesta, te entristece o te enfada, y tú, en vez de legitimar y validar cómo te estás sintiendo, lo que quieres es relativizarlo para que deje de afectarte.

Esto, perdona que te lo diga, es un error de campeonato.

Lo he contado aquí mil veces, y no me cansaré de repetirlo: no querer que algo te afecte es como tener una alarma de incendios en un edificio y no querer que suene cuando haya fuego. ¡DE LO-COS!

Vaya, es que igual que una alarma de incendios suena por algo, tus emociones también se activan por algo.

Y no, no hace falta que haya un incendio enorme para que esa emoción sea válida. ¡Lo es desde el momento en el que la sientes!

Quiero decir que no hace falta que tu cuñado sea un capullo integral o que tu suegra te haya hecho la gran ofensa de tu vida para comprender que puedas sentirte ofendida.

Así que igual no es que tengas que relativizar nada, sino, más bien, validarlo y dejarte sentirlo, para poder gestionarlo y darte lo que en ese momento estás necesitando.

(Tranquila, al final del post te cuento cómo).

Así era yo antes

Mira, el caso del que te estoy hablando podría ser el mío.

Yo misma podría ser cualquiera de las mujeres que vienen ahora para que les ayude a relativizar lo que hacen los demás y que, así, deje de dolerles.

Me he pasado la vida queriendo relativizarlo todo:

“Bueno, a ver, tiene mucho genio, pero no lo hace con mala intención”.
“En el fondo me quiere, pero es su forma de ser”.
“Es que yo soy muy sensible y todo me afecta demasiado… Es culpa mía, ¡no debería tomármelo así!”.

Lectura relacionada  18 grandes recordatorios para cuando estés teniendo un mal día

Cosas de este tipo me contaba yo, porque para mí todo lo que hicieran los demás siempre estaba justificado.

Y, ¿sabes qué es lo malo de relativizar lo que hacen los demás? Que, si relativizas, a ellos todo les está permitido.

Pero, ¿sabes qué es lo bueno de relativizar? Pues lo mismo. Que, si relativizas, como todo está permitido, ya no le tienes que poner límites a nadie.

Es decir, muchas veces relativizar sirve para, ¡¡¡atención que vienen curvas!!!, quitarle importancia a lo que hace el otro, contarte que no tienes motivos para sentirte así y no tener que decirle a esa persona que te está haciendo daño.

Tachaaaaaan.

Y ya está. ¿La rabia? Reprimida, como siempre. ¿El enfado? Ni rastro. ¿El dolor que eso me ha causado? Desaparecido en combate.

¿Resultado? Que he invalidado lo que sentía, y así ya no tengo que decirle nada a nadie ni que poner un límite.

¿Ves el magia potagia que puede suponer eso de relativizar para las personas a las que les cuesta poner límites?

Relativizar que esa compañera de trabajo siempre elige primero las fechas de sus vacaciones y le importa un pimiento cuando te las quieres coger tú.

Relativizar que tu padre es un poco déspota, que no te escucha y que no le vale si no lo haces como quiere él.

Relativizar que siempre que intentas contarle algo que te preocupa a esa amiga, ella te responde contándote algo suyo.

O que tu hermano nunca tiene tiempo para ayudar a tu madre y terminas haciendo muchas cosas porque sabes que, si no las hicieras tú, no las haría nadie…

(Y todos estos son ejemplos reales).

Hasta que un día explotas, ¡y te hartas de relativizarlo todo!

Porque te das cuenta de la función que tenía y de lo injusta que estabas siendo contigo misma cada vez que hacías eso…

De que relativizas, justificas y corres tupidos velos para no conectar con la rabia que te provoca que el otro haga eso.

De que te conviertes en aquella niña calladita en una esquina. Casi sin respirar, casi sin moverse, como si de su silencio dependiera que no explotara una bomba…

Y a veces parece que las cosas están mejor, que ya no hay tantos conflictos ni tantas discusiones… Sin darte cuenta de que lo que pasa es que has elegido anularte. De que, para que todo funcione, has tenido que callarte, censurarte, someterte… Y, otra vez, relativizar.

Lectura relacionada  La 'Gran Magia': Vivir con Creatividad y Coraje

“Llevo días pensando que estamos mejor, y ahora me doy cuenta de que simplemente es que yo había optado por desaparecer para tener la fiesta en paz”, que me contaba hace dos días una coachee de esas que quería relativizar lo que le hacía daño de su pareja.

Distingue cuándo toca relativizar y cuándo no

Supongo que ya vas viendo el peazo melón que puede esconderse detrás de ese empeño “por relativizar las cosas”.

Que, muchas veces, lo que hay debajo son aquellos miedos tan profundos de cuando eras niña, como el miedo a que te abandonen o a quedarte sola.

Pero, de verdad, que ahora ya no es así. Ahora, más bien, es al revés.

Porque, tanto relativizar, lo único que hace es que a tu alrededor haya personas medio-medio, de esas que “bien, pero sin más”, o que “un día sí, pero al otro no”… Y, cuando dejas de sostener eso y dejas caer a esa gente, es como si hicieras limpieza de calcetines.

¿Ves cuando tienes un cajón de calcetines super desordenado en el que hay un poco de todo? Unos medio rotos, otros desemparejados, otros que no te gustan peroesquesoncalentitos, otros super viejos… Y un día ordenas, limpias, tiras…, y se quedan los buenos. Los que de verdad te alegran el día. Y, a partir de ahí, da gusto abrir el cajón. ¿Lo ves? Pues eso es lo que pasa cuando dejas de relativizar y de justificar al otro, que te quedas solo con los calcetines que te dan gusto.

Y en este post te estoy hablando de alguien que se cuenta que tiene que “relativizar más”, pero sería lo mismo si alguien se dice que tiene que ser menos impulsivo o pensarse dos veces las cosas antes de decirlas.

El problema de fondo podría ser el mismo: querer cambiar aspectos de ti porque tú te cuentas que te traen problemas en tus relaciones. Cuando, el verdadero problema, es que te llevan a conectar con la rabia, y la rabia te va a llevar a poner límites, y a ti te da miedo poner límites porque entonces podrías perder alguna relación que otra.

Y así, a fuerza de querer relativizar y de pensar que la culpa es tuya que eres demasiado exigente o que no sabes decir las cosas, es como muchas personas, sin darnos cuenta, terminamos sosteniendo relaciones de maltrato y manipulación.

Lectura relacionada  5 pasos para transformar deseos en metas que te impulsen a tomar acción

Muy, pero que muy, por encima de nuestra propia dignidad.

Sí, la dignidad de sentir que te respetas y te valoras, a la vez que te haces respetar y valorar ante los demás, porque te sabes igual y con los mismos derechos que cualquiera.

Y para eso no hace falta que seas una persona dura, ni con mucho carácter. ¡No!

Solo que aprendas a ser una de esas personas seguras de sí mismas que dicen lo que necesitan decir y ponen los límites que haga falta.

De esas que saben decir las cosas sin callarse, y sin llevarse al otro por delante.

Fuente: https://coachingtobe.es/como-rayarte-menos-y-relativizar-mas/

Si quieres ver más posts de la misma categoría, haz click aqui:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.