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Dilema de la manta corta, cuando tenemos que elegir entre dos opciones malas

por Jennifer Delgado Suárez

Es probable que te haya pasado en más de una ocasión. Tienes frío, así que estiras la manta para cubrirte la cabeza, pero te das cuenta de que tus pies han quedado al descubierto. Pronto vuelves a sentir frío, así que vuelves a arreglar la manta, pero al cubrirte los pies, dejas al descubierto la cabeza. Es algo frustrante.

El dilema de la manta corta es una teoría intuitiva según la cual, es imposible taparnos tanto la cabeza como los pies al mismo tiempo porque la manta no tiene el largo suficiente. Por tanto, nos vemos obligados a elegir entre dos opciones, pero ninguna de ellas nos satisface por completo.

El problema comienza cuando aplicamos ese tipo de razonamiento a los conflictos más complejos de la vida y asumimos – o nos hacen creer – que solo tenemos dos opciones y que debemos decidir entre ambas, aunque sean francamente malas o nos resulten insatisfactorias.

Una condena permanente a la insatisfacción y la frustración

En los dilemas de manta corta las dos opciones que tenemos son impuestas; o sea, suelen surgir de limitaciones externas. El mundo nos pone obstáculos y nos plantea dos soluciones insatisfactorias. Ninguna de las alternativas es fruto de una profunda reflexión sino de la limitación. Por eso, sea cual sea la solución por la que apostemos, se convertirá en una fuente de frustración.

Dado que ninguna de las dos opciones satisface realmente la necesidad que se encuentra en la base, es comprensible que la frustración siga creciendo. Limitarnos a elegir la opción menos mala no deja un buen sabor de boca. Al contrario, hará que miremos continuamente atrás para reevaluar nuestros pasos.

Por eso, muchos problemas de manta corta suelen generar dudas y/o remordimientos. Nos preguntamos qué habría pasado si hubiéramos elegido la otra opción. ¿Nos hubiéramos sentido igual de descontentos? Cuando esas dudas se extienden a aspectos importantes de nuestra vida, es difícil sentirnos satisfechos y en paz con nuestras decisiones.

El pensamiento atrapado en el bucle de la dualidad

Una de las principales trampas que nos tienden los dilemas de manta corta es que encierran nuestro pensamiento dentro de un esquema en el que solo existen dos soluciones. Se convierten en una limitación que nos impide contemplar cualquier solución que salga de los estrechos límites establecidos.

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De hecho, exponer dilemas de manta corta es una estrategia de manipulación a nivel social bastante común. Es habitual que nos brinden solo dos soluciones para elegir. ¿Derecha o izquierda? ¿Salud o economía? ¿Desarrollo o contaminación?

La trampa radica en que destinamos tantos recursos cognitivos a evaluar los pros y los contras de las dos soluciones predeterminadas que olvidamos mirar más allá para encontrar un camino alternativo. Quizá la alternativa que encontremos no sea ideal, pero al menos puede ser más práctica y/o satisfactoria que las dos opciones iniciales.

Otras veces somos nosotros quienes creamos y caemos en ese falso dilema. A veces estamos tan imbuidos en el problema o cegados por las emociones que no somos capaces de ver más allá de las opciones evidentes. Ese tipo de situaciones pueden hacer que nos planteemos falsas dicotomías. Podemos pensar, por ejemplo, que solo podemos decidir entre mantener una relación de pareja insatisfactoria o romper y quedarnos solos para siempre.

Cuando las emociones toman el mando, no pensamos con claridad y tendemos a buscar soluciones extremas y opuestas. En práctica, los falsos dilema de manta corta encierran nuestro pensamiento en una caja muy pequeña. Alimentan una forma de pensar dicotómica en términos de bueno o malo, blanco o negro, positivo o negativo. Ciegos a otras posibilidades, no somos capaces de explorar soluciones alternativas, de manera que elegimos siguiendo el guion que otros han escrito para nosotros o que nosotros mismos nos hemos impuesto.

Romper los moldes

A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas”, escribió Marcel Proust. Para escapar del efecto de la manta corta debemos dejar de pensar que solo existen dos soluciones.

En su lugar, es mucho más constructivo decirnos que, hasta el momento, solo hemos visto las dos soluciones más evidentes o las dos alternativas que alguien nos ha propuesto, pero eso no significa que no existan otros caminos por explorar.

Para solucionar el problema de la manta corta tenemos que cambiar nuestro enfoque. Es probable que no podamos estirar la manta, pero podemos asumir una posición fetal para cubrirnos mejor. También podemos recurrir a una segunda manta. O ponernos unos calcetines más gruesos.

La clave consiste en ser conscientes de que nuestro problema puede ser el largo de la manta, pero la necesidad a satisfacer es el frío. Al cambiar el enfoque salimos de la dicotomía aparentemente insalvable para encontrar una solución más satisfactoria a la auténtica necesidad que se encuentra en la base.

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A veces, solo necesitamos mirar más allá del supuesto problema o conflicto. Cuando nos enfocamos en la necesidad, sin respuestas predeterminadas – o yendo más allá de las mismas – podemos descubrir un abanico más amplio de soluciones que probablemente sean más satisfactorias y adecuadas a nuestras circunstancias.

Fuente:

Ullman, D. (2015) On the nature and origin of intuitive theories: learning, physics and psychology. Tesis de Doctorado: Massachusetts Institute of Technology, Department of Brain and Cognitive Sciences.

Fuente https://rinconpsicologia.com/manta-corta-problema-teoria-dilema

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